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A propósito del ingenioso hidalgo

Solo el 21,6 % de los españoles dice haber leído entero el Quijote. El CIS ha preguntado por la novela de Cervantes en atención al 400 aniversario de la publicación de la segunda parte (Madrid, 1615). Rascando más, una empieza a cuestionarse que la lectura haya sido cuanto menos consciente. ¿Cómo se llamaba el caballero de la triste figura en realidad? El porcentaje de alonsos quijanos cae al 16,6 %. A Rocinante aún lo recuerdan algo más, a Aldonza prácticamente nada, de Rucio apenas nadie ha oído hablar... El 40,9 % ni lo ha abierto y el resto, a capítulos, a ratos o a regañadientes.

Entre las justificaciones dadas, el rechazo a la lectura obligatoria escolar, su lenguaje complicado, que es antiguo, que es ¡aburrido! Y sin embargo en el Quijote está todo: la condición humana; la literatura dentro de la literatura; la vida en los libros y los libros de la vida; los primeros trazos a tiza de la rayuela y su cuarta dimensión literaria; los primeros años de cien de soledad; un antepasado del Gregorio Olías de Landero; un ancestro del don José de Saramago; el primer show de Truman; el primer Gran Hermano; las puertas giratorias entre la realidad y la ficción; la playa bajo los adoquines, el primer manifiesto indignado... Solo hay que buscar.

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