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Todos los viernes no hay milagro

Se da por sentado que la gente de izquierdas no es propensa a creer en milagros. Se supone que, por estar algo más cerca de la razón, se aleja de los sentimientos. No es esta la realidad de algunos de los que apoyaron a la izquierda que se sienta ahora en el Palau de la Generalitat que le reclaman al presidente Puig que obre prodigios tales como la sanación de Ràdio Televisió Valenciana (RTVV) por obra y gracia del espíritu del cambio.

Tengo leído en un tuit la queja amarga de una central sindical que recordaba que la izquierda llevaba 54 días en el poder y aún no había hecho nada por la reapertura de RTVV, cuando en realidad ese era el periodo de tiempo transcurrido desde las elecciones autonómicas. Hay maneras y maneras de contar las cosas y quienes han levantado la bandera del rigor informativo contra la manipulación a la que el PP sometió a la televisión pública valenciana deberían ser un poco más exactos.

La verdad es que Ximo Puig prometió su cargo el 28 de junio, hoy justo se cumplen 21 días de aquella fecha. Pero algunos de los agentes del cambio ya exigen que este se materialice, que RTVV emita, que las desigualdades sean corregidas, que la sanidad, además de pública y universal, sea de una calidad exquisita, que la educación funcione como un reloj..., y así un interminable lista de reivindicaciones la mayoría de las cuales figuran en l´Acord del Botànic.

Cuestión de santos. Desgraciadamente, los milagros se dan en Lourdes y no todos los días, que la Iglesia es muy mirada para esas cosas. En el Reino de Valencia tuvimos un santo con fama de ser milagroso. Vicent Ferrer sí que vertebró. De hecho, recorrió todo el territorio autóctono, desde Morella hasta Sant Vicent del Raspeig, así que, aunque fuera por andarín, algo sabría del carácter de sus paisanos y de cómo se las gastaban. El santo, además, fue una figura clave en la política valenciana, española y europea de su época (Ferrer y Joan Fuster, aunque algunos se sorprendan, habrían hecho buenas migas); pero cómo le irían las cosas que, según la leyenda, acabó por «espolsar-se la pols de les espardenyes» y ya nunca más regresó a su tierra.

Siglos más tarde, otro santo valenciano, San Luis Beltran, recurrió a la magnanimidad (?) de sus conciudadanos para construir un relicario en el que depositar algún resto de Ferrer. Su recolecta fue un fracaso. Así nos las gastamos. A los valencianos nos van más otro tipo de milagros como el que contó Luis García Berlanga en su película Los jueves, milagro. Una farsa, una engañifa para incautos. De esos, algunos señores del ladrillo y políticos del pasado saben demasiado. De sus consecuencias, sabemos los ciudadanos.

El Consell de la Generalitat tardará un poco en obrar el portento de la apertura de la RTVV; entre otras cosas, porque dentro del Ejecutivo hay quien no tiene mucha prisa en que eso ocurra. Pero si Puig y su vicepresidenta, Mónica Oltra, fueran unos demiurgos seguro que preferirían usar sus poderes para convencer al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, de que dejara de tocar las narices y arbitrara algún tipo de mecanismo que permitiera corregir la infrafinanciación hasta en tanto en cuanto no se resuelva el nuevo modelo; ése que, según otro ministro, José Manuel García Margallo, está listo y que va a acabar con todas las disfunciones del actual. Ya me gustaría saber de qué va antes de las elecciones generales aunque no se apruebe.

Un árbitro casero. De momento, lo que hay es la amenaza del Ministerio de Hacienda de intervenir la Generalitat porque el Consell del PP consignó en los presupuestos de este año 1.300 millones de euros sin que nadie supiera de dónde iba a sacarlos. A Montoro, que es juez y parte, no se le ocurrió tan siquiera ni advertirles verbalmente a sus compañeros de partido que aquello era un disparate, pero a la izquierda ya le ha sacado tarjeta roja antes, incluso, de conocer de qué va el Plan Económico y Financiero que otro santo varón, el conseller de Hacienda Vicent Soler, redacta con una previsión de déficit sobre el Producto Interior Bruto (PIB) del 2,3%, cuando Madrid se desgañita para que no se dispare por encima del 0,7%.

Encontrar una salida por el Norte. La única gatera por la que, por fortuna, puede escapar el Consell es, paradójicamente, Cataluña. Si allí, con un gobierno que hace tiempo se echó al monte para conseguir la independencia y con un déficit similar al valenciano, Montoro no se atreve ni a toserles, con qué excusa enviaría aquí a «los hombres de negro». ¿Qué somos más muelles?, que diría el conde-duque. Pues igual resulta que ya no tanto, que hay mucho cabreo entre la grey de a pie y entre el empresariado. Que son muchos años, qué digo años, decenios, tomándonos el pelo y empieza a haber mucha mala leche acumulada.

Mientras tanto, que nadie confíe en los milagros. Desde luego los viernes, fecha en que viene reuniéndose el Consell, hasta que Puig diga otra cosa, no los habrá.

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