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Basura blanca sin chándal

Primero en forma de táctel y más tarde en reediciones brillantes de los modelos setenteros, el chándal llenó más parques que gimnasios y tapó más tatuajes que músculos. El chándal es una actitud; delimita, o más bien no, tus movimientos y hace preciso que lo acompañes de otros elementos que confirmen tu desprecio a las normas y al poder establecido. Por ejemplo, un corte de pelo lamentable y un ciclomotor sin ITV.

El chándal construye tu personalidad, ayuda a tus semejantes a identificar que para ti es más importante tener acceso a los testículos por los bolsillos que poder (deber) llevar camisa o zapatos. El chándal determina todo. Y no te abandona. Aunque dejes de llevarlo. Aunque seas el alcalde con más apoyo popular del cinturón metropolitano de Valencia o presentes un programa de televisión en prime time, se te nota el chándal. Tú crees que estás dando un discurso de investidura, o dando paso a los anuncios, pero nosotros sólo oímos cómo arranca una rieju trucada.

El otro día, en pleno siglo XXI, en prime time, en la España de las oportunidades y del autogiro, un oso tocó la trompeta. No era un experimento neuronal en Redes, no era un Documentos TV, era un animal apaleado hasta la extenuación y sin piezas dentales actuando en un programa familiar y aunque Christian Gálvez dejó el chándal a tiempo de no perder tantas piezas dentales como el oso, se sigue acariciando la bolsa escrotal desde los bolsillos de Twitter tras su estreno televisivo: «El caballo, posiblemente uno de los tres animales más hermosos del planeta».

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