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Robarle a un pobre

El magnate Wanda quiso quedarse el Valencia CF pero acabó invirtiendo en el Atlético de Madrid y comprando el emblemático Edificio España de la capital. Se trata de una de las torres vintage que jalonan el «skyline» madrileño, a caballo entre lo fálico y la solemne arquitectura franquista. Como en muchos regímenes autoritarios lo grandioso oculta la flacidez estructural y ahora la torre „construida durante el desarrollismo„ sufre los achaques constructivos. Para salvar la mole proponen desmontarla piedra a piedra, reconstruir su interior y volverla a armar, como una de esas iglesias cuáqueras de las novelas de Connolly.

Referéndum.

Sin embargo la solución propuesta por el multimillonario chino -que no es ninguna locura a decir de los expertos- ha encontrado el veto del Colegio de Arquitectos de Madrid y de su alcaldesa Carmena. Quieren un referéndum. Se anuncian hoy consultas populares aquí o allá -más o menos disparatadas- y lo que de verdad ocultan es falta de liderazgo. Al eje del disparate que han trazado Carmena y Ada Colau en Barcelona no se ha alistado Joan Ribó, alcalde de la tercera capital. Ribó sólo cultiva el efectismo de forma calculada. Por ejemplo, con lo del callejero franquista. El proceso de eliminación de las referencias urbanas vinculadas a la dictadura„un catálogo variopinto y de complicada categorización „será largo porque así es más eficaz para los propósitos de sus muñidores.

Memoria.

Hay medidas resultonas y tribuneras en política que son incruentas y sin embargo son muy útiles en este interregno entre dos elecciones, un período siempre interesante. Parece ser que en Valencia conservamos 40 calles con reminiscencias franquistas y el alcalde pretende rehabilitar la memoria histórica sustituyendo a determinados prohombres. Ponerle una calle a Agustí Centelles o a Sanchis Guarner y eliminar al General Urrutia o al Barón de Cárcer no debería generar rechazo más que en la carcundia. Por eso, si hubiera un nuevo PP en la ciudad y se dejara aconsejar, lo mejor que podrían hacer es subirse al autobús y desactivar el rédito de la medida. Si los republicanos han apoyado en EEUU la erradicación de la bandera confederada, ¿no van a poder las jóvenes generaciones populares borrar del disco duro de la historia a unos cuantos espadones y chivatos?

Absolución.

El tiempo absuelve a los gobernantes y relaja corsés. Llegará el día que le pongan una avenida a Rita Barberá tras considerar que mejoró esta ciudad o una plaza a Santiago Calatrava pues su obra no tendrá parangón. Ahora parecen tóxicos para el régimen pero la historia, gracias a Dios, rehabilita. En Barcelona el olímpico Maragall arrasó la Barceloneta para alojar a los atletas en la flamante villa olímpica. Pocos rechistaron. El Barón Haussman demolió el París antiguo y edificó la nueva Ville Lumière. Se le consideró el artífice de la destrucción de la villa medieval. Hoy la capital del Sena lo tiene deificado. En el Cabanyal las propuestas rupturistas fenecieron por falta de empatía y esa vis autodestructiva tan doméstica. De la prolongación de Blasco Ibáñez han renegado hasta los arquitectos ahora y hoy triunfa la opción conservacionista, historicista, sostenible, residencial. A riesgo „más que probable„- de caer en la gentrificación, no parece un mal plan.

Financiación.

La polémica del Cabanyal es una palanca política. Como el debate de moda, la infrafinanciación de nuestra autonomía. Los valencianos somos pobres y paganos. Que es lo peor. Si Mariano Rajoy deseaba crear un problema añadido a la deriva independentista catalana o la abertzalización de Navarra, va directo hacia el éxito. El «problema valenciano» „como Ximo Puig ha bautizado el maltrato secular del Regne„ es ya un conflicto «mainstream» que no hará descarrilar la consustancial realidad de que en cada valenciano hay un español ni convertirá esta comunitat en «irreconducible», en jerga de Revilla. Pero sí que ha desembocado en una idea-fuerza y en una herramienta electoral muy potente. De nuevo hay que felicitar al PP por este nuevo éxito sin paliativos.

Colapsados.

Ante tal tesitura los populares siguen en la esquina, impasible el ademán, enredados en una sucesión surrealista que debe quedar resuelta en las próximas horas o días con o sin la tutela ¿? de Fabra y que ha de dirimir quién se pone a adecentar la escombrera. Ya puede el nuevo Delegado Moragues esforzarse en anunciar mejoras porque el consenso sobre la marginación valenciana es de tal calibre que miércoles próximo, en el Consejo de Política Fiscal, el ministro Montoro quizás no mire ya al conseller Vicent Soler por encima del hombro. Posiblemente todo esto acabe en nada pero el exdecano acudirá con una mano de cartas que hasta ahora ningún otro representante del Consell había exhibido: la unidad cerrada de todos los agentes en torno al mantra que ha trascendido desde del existencialismo al ámbito ciudadano: ¿Catalunya? Quita hombre. A quien roba España es a los valencianos. Y no hay nada peor que robarle a un pobre.

EL GOBIERNO CALIMERO Y LA OPOSICIÓN ERRANTE

Cuando se cumplen dos meses de las elecciones autonómicas y el cambio político en la CV, gobierno y oposición intentan asentarse. El Consell rentabiliza el modelo «calimero» o, lo que es lo mismo, buscar el enemigo exterior. Ese es un filón interesante pero en otros frentes comienza a sufrir el desgaste propio de la gestión. Una cosa es prometer y otra cosa es cumplir y el tripartito usó a la gente como photocall en algún que otro ámbito, elevó las expectativas y ahora debe olvidarse del megáfono y acometer las soluciones prometidas. El PPCV busca, por su lado, el norte magnético. Por mor de los más alambicados consensos, todo indica que será una pertrechada Isabel Bonig quien haga de cabo gastador en dura trinchera parlamentaria, con María José Català calentando en la banda y José Ciscar en el papel de pastor del rebaño. Suerte a todos y feliz agosto.

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