A veces parece que el periódico nos quiere contar una sola cosa con informaciones fragmentarias que encajan como piezas de puzle. Cuando ves la foto de lord John Sewel a sus 69 años, con la panza al aire y, sobre sus tetas, el delicado sujetador rojo de unos pechos livianos que no son los suyos, fumando un pitillo y aspirando una raya de cocaína es inevitable pensar que el humano nunca quiere dejar de jugar y, por la reiteración de este tipo de historias, que por algo hay una cámara de los lores que se diferencia de la de los comunes. Sewel era presidente de la comisión de Conducta de la Cámara de los Lores, un ejemplo para los demás. No cabe inferir que este comportamiento lo tengan sólo los lores, pero extraña que se dé tanto en ellos y explica por qué cuando no eres lord, ni tus fiestas son así ni te invitan a fiestas como ésta.
Estados Unidos es el país de la gente hecha a sí misma. Bill Cosby, que como estrella del espectáculo es la nobleza del país (compárense las portadas de Vanity Fair en la edición de EE UU y en la española) tuvo que conseguirlo con su esfuerzo, abusando sexualmente de 35 mujeres que no querían darle lo que al lord. Cuando eres pobre e ignorante (dos veces pobre) puedes tan poco como el tipo de Wyoming al que sorprendieron en un control de tráfico con 30 ojos en el ano. Hay que ver cómo está el tráfico en EE UU. Los policías le creyeron un asesino „en serie, supongo„ pero él se explicó, según cuenta esta noticia de agencia que parece de Dalí. Trabaja en un matadero donde no sabemos qué hacen con los ojos de las vacas pero no se los dejan llevar a los trabajadores, así que tuvo que sacarlos metidos por su ojo. ¿Para qué? «Los pongo en la sopa, son buenos para la disfunción eréctil». La sopa de ajos quita el frío y la sopa de ojos induce el calor que mantuvo vivo Bill Cosby durante años robándolo y que no se apaga, como demuestra lord Sewel, si se sabe avivar. Todo esto tiene que querer decir algo.
