Los últimos acontecimientos prevacacionales de la actualidad sitúan la convocatoria electoral del 27 S catalán en el ojo del huracán de la política española. Enric Juliana, en La Vanguardia, concluye que «en Catalunya se va a decidir en los próximos meses el futuro político de España». No es la primera vez que se vaticina ni es insólito que cuanto ocurre en territorio catalán condicione lo que pasa en el resto del Estado español. Los valencianos, en este marco de confrontación, quedamos entre dos fuegos. Cuanto ocurre en Cataluña nos afecta y nos interesa. Se trata de nuestro principal cliente y del primer proveedor.

Nos encontramos en unas circunstancias políticas, económicas y sociológicas dispares. Diferentes de las coordenadas catalanas y de las que afectan al resto del Estado. A fuerza de no reaccionar ante el enconamiento de la opinión pública, se ha llegado a una crisis de Estado que cada vez se aproxima más al punto de no retorno. ¿Nadie tiene el suficiente sentido común para percatarse de que cada vez que se aprieta el tornillo y con cada bravata, todavía se enrarece más el conflicto?

En el PP, la sustitución de Alicia Sánchez Camacho por el contundente lepenista Xavier García Albiol, el último recurso a la desesperada. En la Unió Democrática de Durán i Lleida, las escisiones recriminatorias y la búsqueda de nuevas caras con Ramón Espadaler al frente, un profesional sin escrúpulos. Ciutadans de Albert Rivera, dispuesto a confirmar su ascenso y a desbancar al PP en Cataluña. Junts pel Sí, con su lista unitaria que incluye a Artur Mas y a Oriol Junqueras. Iniciativa per Catalunya y Podemos desconcertados porque apenas les queda sitio y parten de su indefinición en el dilema catalán. El líder carismático gallego, Xosé Manuel Beiras, ya le ha parado los pies a Pablo Iglesias con su Frente Amplio, dispuesto a ir juntos pero no revueltos; es el caso de Compromís en la Comunitat Valenciana, donde la tentación y la zalamería de Podemos no debería impedir que prevalezca la independencia de una marca con sello valenciano.

El mal catalán puede propagarse en forma de epidemia a otras zonas de España. Para empezar, Cataluña condiciona el funcionamiento y el futuro de los españoles. Las manifestaciones, la Diada, el cordón humano que la atravesó en forma de reivindicación, la consulta en vez del pretendido referéndum, el clamor que se desprende de sus centros de decisión, hablan por si solos y en forma de coro que crece y se radicaliza. Después vienen las polémicas por los himnos y las banderas, en una España intolerante que en vez de escuchar a las partes que la componen, las expulsa y las maltrata. ¿En esta encrucijada, qué va a hacer la Comunitat Valenciana? ¿Comprender la espiral catalana o alinearse con quienes están asfixiando la autonomía de los valencianos, no como accidente, sino a modo de estrategia planificada?

Vamos a preguntarnos cómo es posible que este país haya podido retroceder a lo largo de los últimos veinte años de gobiernos del PP en casi todos los parámetros. El panorama cultural y educativo fa fredat y está lastrando el futuro de las nuevas generaciones. La lengua de los valencianos ha caído en desgracia y se sobrepone como puede. La industria autóctona ha resultado arrasada sin que nadie rechiste. El sector agroalimentario, sin dejar de ser la cenicienta del sistema productivo, se refugia en las raíces profundas del país. Seguimos teniendo una idiosincrasia rural.

El sistema financiero valenciano se ha ido por los aires en manos de deshonrados y manirrotos, para ser prohijado, curiosa operación, principalmente por entidades financieras catalanas: Banc Sabadell o Caixabank. Bankia es otra injuria a los ojos de quienes conocen la animadversión competitiva entre Caja Madrid y Bancaja. A esta última se le impidió fusionarse con la CAM, única oportunidad, por razones estrictamente políticas entre Alicante (Caja de Ahorros del Mediterráneo, antes de Alicante y Murcia) y Valencia con Castelló, fusionadas en Bancaja. Madrid no podía soportar que la Comunitat Valenciana consolidara y fortaleciera sus resortes financieros.

La crisis económica fue el escenario perfecto para consumar la eliminación de esta autonomía en los centros de decisión económico-financiera que son los que mandan y quienes dictan las directrices políticas. Sin demasiado éxito, como es evidente. El panorama de las entidades económico-empresariales a lo largo de los últimos lustros ha llegado a los niveles más bajos de influencia y capacidad de liderazgo entre los emprendedores y hacia la sociedad. Sobre estos temas abunda el reciente libro del sociólogo Vicent Flor, «Societat Anònima. Els valencians, els diners i la política», editado por Afers.

¿Qué hará la Comunitat Valenciana si Cataluña se afianza en su línea soberanista? La alternativa es: alianza y aproximación o distanciamiento y alineamiento con el bando españolista que tiene mucha extensión y escasas posibilidades de éxito. Hay poco tiempo para decantarse.