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El prodigioso mártir romano

La Valldigna es un extenso tapiz de naranjales. Los lugareños tras el esplendor de la caña de azúcar y las moreras para la seda descubrieron el filón de oro de los naranjos, convirtiéndose en productores y buenos exportadores.

La primera semana de agosto los pueblos de la Valldigna viven sus fiestas donde no faltan las jornadas dedicadas a alguna advocación de Cristo, secuela de las pastorales contra lo islámico. Benifairó, como pueblo bien moro que fue, tiene su Cristo, que fue el centro de la religiosidad del pueblo hasta que llegó aquí el cuerpo momificado de san Benito, soldado romano martirizado en las persecuciones del siglo III, en 1803.

El vergel valldignense sirvió para que en su corazón se levantara el majestuoso cenobio monacal de Santa María de la Valldigna, que conocí convertido en ruinas y almacén de naranjas, cuando allá por los años 70 pasados me impliqué desde la prensa en las campañas iniciales por su recuperación, a las órdenes de un heroico funcionario de correos, apellidado Toledo, que fue quien inició el proceso de su salvación, un hombre que merece un monumento pues hasta iba por los campos identificando piedras robadas a las ruinas del monasterio. El mismo fue quien averiguó dónde estaba el claustro del abad.

Los moros labradores de Benifairó se llevaron fatal con los frailes de la Valldigna, con quienes entablaron sucesivas luchas, unas ganando y otras perdiendo, hasta que fueron sometidos y tratados incluso vendidos como esclavos del abad del monasterio.

Benifairó o Beniayron cuenta en su término otras ruinas muy interesantes, las del castillo de la Reina Mora, del que el arabista Julián Ribera afirma es uno de los «castra sarracenorum in monte magno» de la «Crónica del Mio Cid», monumento que tiene una leyenda triste que relatra cómo por la ventana de su torre homenaje se arrojó al precipicio una reina mora. El pueblo quedó deshabitado cuando la expulsión de los valenciano-árabes en 1609 y repoblado con cristianos viejos poco después.

Aquellos cristianos profesaron la nueva fe que ha perdurado hasta el momento con Nuestra Señora de los Ángeles en la parte mariana, además del citado Cristo. Un franciscano, hijo del pueblo, que trabajó para la causa de Tierra Santa, fue recompensado por Roma con tal reliquia. Lo logró Josep Alberola y Vercher, excelente músico y compositor, maestro de capilla de la Colegiata de Xàtiva, quien murió por el camino, disputándose la reliquia gentes de la expedición. Se cuenta que sorteada entre los disputantes por tres veces le tocó a Benifairó. De la persecución religiosa del 36, algunos restos fueron salvados del mártir por gentes del pueblo y son los que están a la veneración pública, cuya fiesta principal celebran el 3 de agosto con un amplio programa de actos donde no faltan los toros. En sus gozos, recopilados por Gojistes Valencians, se canta: «Esta estrella tan benigna,/ este astro refulgente,/ honrará perpetuamente/ Benifairó de Valldigna; obsequie mi patria digna/ a un santo prodigioso».

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