El clima de España está condicionado por una serie de factores geográficos y atmosféricos. Los primeros ayudan a una rápida continentalización: elevada altitud media, costa poco articulada y la disposición periférica de los relieves. La continentalidad del clima se traduce en una disminución de las precipitaciones y unas temperaturas más extremas, con mayor amplitud térmica, todo vinculado a la menor influencia marina. Sin esa influencia suavizadora, las temperaturas ascienden y descienden más bruscamente, de modo que en el interior enero es más frío que febrero; julio más cálido que agosto. En este mes de asueto y aún a riesgo de ser considerado un «freaky», mi juego es coger los datos mensuales medios de julio y agosto para el período de 1950 a 2000, meterlos en un SIG y sacar su diferencia para conseguir un mapa de continentalidad. Las zonas costeras tendrán un clima más marítimo que las interiores, pero existen matices. En el Norte la continentalidad se incrementa en Asturias y Cantabria, merced a las grandes elevaciones de los Picos de Europa. Galicia y el País Vasco, menos elevadas, aumentan su carácter marítimo, de modo que La Coruña es la provincia más marítima en el clima: mar fresco, baja altitud y costas recortadas. Cataluña muestra una mayor continentalidad en el área mediterránea que va disminuyendo hasta llegar a la provincia más marítima, Alicante, con un núcleo destacado en el cabo de la Nao y de San Antonio. Merced a unas aguas frescas, Santa Cruz de Tenerife es la cuarta provincia de clima más marítimo. Andalucía deja ver muy bien la influencia del relieve: Sevilla es más marítima que Granada, debido a los elevados relieves cerca de la costa. El punto central de la continentalidad, Toledo y Ciudad Real: su julio es hasta 8 grados más cálido que agosto.

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