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Recio

Democracia orgánica, presente.

Asumimos los hechos con una capacidad resignatoria sorprendente. Nadie dice nada ni para señalar unos comportamientos desfasados. La constitución española exige que los partidos políticos deben regirse por criterios democráticos de participación, pero cuando no se hace así, nos conformamos con los resultados con una apatía decepcionante.

Somos democráticos, pero al estilo orgánico, tal y como nos señaló el Generalísimo hace 80 años. Las decisiones no se toman de abajo a arriba sino de arriba a abajo. El que manda decide, y lo somete a una asamblea ratificadora y a veces ni siquiera a eso. El que no está de acuerdo se calla y sigue conspirando, o tiene que irse a su casa.

Isabel Bonig es la nueva lideresa del PPCV. Pero no porque lo hayan decidido los afiliados del PPCV, porque ni siquiera han habido candidatos al puesto, sino porque lo ha decidido así en Madrid el líder absoluto.

No es novedad. Alberto Fabra desembarcó así, sin contestación interna. Y su antecesor Camps, más de lo mismo. Por no recordar a Zaplana, que se implantó desde arriba con la aquiescencia de los sectores locales que después tanto se arrepintieron.

Esta estructura de poder condiciona la evolución política valenciana de manera decisiva. Si no me equivoco el PPCV es el partido que cuanta con más afiliados en nuestra comunidad autónoma, si no han variado los datos tras su debacle. ¿No hay nadie entre esos cientos de afiliados que tenga nada que decir ante esta nueva imposición?

No tengo nada contra Isabel Bonig, ni mucho menos contra cualquier otro de los nombres de los que se habló para dirigir la nueva etapa populista. Pero si contra estos métodos de democracia orgánica que en el fondo perjudican a los mismos elegidos.

Aznar puso a Zaplana. Aznar y Zaplana pusieron a Camps. Aznar puso a Rajoy. Rajoy se revolvió contra Aznar. Camps se revolvió contra Zaplana. Es todo digno de un curioso vodevil donde observamos que mayor virtud es la ingratitud, y la mayor ausente es la participación de los afiliados.

La entrada de Alberto Fabra estuvo marcada por la caída de Francisco Camps, aunque naturalmente designado desde Madrid. Curiosamente, Camps se fue para asistir a un juicio donde se tenía que dirimir su inocencia.

Probablemente es el proceso judicial más pintoresco de la reciente jurisprudencia española. Cuatro personas son acusadas de un delito. Dos confiesan su autoría y son declarados culpables. En cambio dos se resisten numantinamente y entonces son declarados inocentes. En el mismo caso se producen resultados para todos los gustos.

Pero habiendo sido proclamado inocente Camps. ¿por que no se le restituyó como Presidente de la Generalitat? Si el hombre se fue para demostrar su inocencia, y la demostró, ¿por qué luego no se le permitió regresar con todos los honores?.

El origen de este galimatías es la democracia orgánica, que no es más que dictadura encubierta. Dificilmente los ciudadanos se verán atraídos por un proyecto tan lastrado. Renovación es nuevas caras, y sobre todo, capacidad de elegir. Veremos que pasa a partir de ahora.

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