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Montoro saca el tesoro

Tengo a Montoro sonriendo enfrente. Afortunadamente en plasma. A las diez menos cuarto ya está posando ante las cámaras de cara a la presentación del proyecto de Presupuestos Generales del Estado correspondientes a 2016. Acto seguido se ha dirigido al Salón de los Pasos Perdidos „alegóricamente hablando, por supuesto„ donde ha hecho entrega al presi del Congreso de los mismos de forma telemática para que conste que los susodichos tienen su ciencia. El frenesí que les ha entrado en los últimos meses por sacar leyes y más leyes y lo que haga falta ha desembocado en que las cuentas por excelencia alcancen la particularidad de obligar al Parlamento a iniciar su tramitación en agosto para conseguir cerrar el mes con el debate de totalidad en el pleno de la Cámara. Ya ven. Este año, a lo loco, a lo loco, sin pretemporada que valga.

De hecho, la consideración que estas urgencias merecen a la oposición puede extractarse así: «Aprobar unos presupuestos para que los gestione otro gobierno, no se ha visto anteriormente y constituye una actuación impresentable enmarcada en el publirreportaje que el pepé ha decidido hacer hasta las generales para vender lo suyo. No tiene una justificación económica porque los datos actuales son insuficientes para realizar unas previsiones macroeconómicas dignas. Estamos ante un absoluto fraude electoral». A pesar de la variedad terminológica con la que contamos, Montoro no se ha cortado y los ha calificado de «coherentes», ha asegurado que el gasto ha adquirido un marcado carácter social, no se ha privado de dotar de generosidad las casillas destinadas a Cataluña y ha vaticinado que el objetivo del plantel es recuperar el nivel de ocupación previo a la crisis y, cuando haya margen, volver a bajar el irrepeefe. Y no nos ha puesto un piso de casualidad.

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