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Sin «nessie» pero con mas

A falta de apariciones del monstruo del lago Ness, que anda algo desganado, su habitual papel noticioso lo ha asumido Artur Mas con el plan para la independencia de Cataluña que tiene en cartera. Nessie, como en confianza llamamos al bicho del lago, es la serpiente de verano a la que recurren los periódicos para cubrir la falta de noticias del mes de agosto, cuando todo el mundo está de vacaciones y no sucede nada de interés. Este año no hará falta su concurso. Gracias a Mas, que es como el diablo y nunca descansa, los papeles y las teles dispondrán de noticias suficientes para prescindir del bueno de Nessie.

No todos los días se declara la independencia de un reino (autonómico) con la subsiguiente destrucción de su Estado matriz, desde luego. Y eso es precisamente lo que anuncia para dentro de dos meses el jefe de la Generalitat. Puede que haga esto para chafarle sus vacaciones a Mariano Rajoy, que gasta entre sus detractores cierta fama de gandul. Si tal fuera la intención, nada parece más apropiado que tener al primer ministro pendiente del teléfono por si el impredecible Mas decide adelantar la desconexión de Cataluña o le da por solicitar a la ONU el envío de cascos azules.

A esos desasosiegos hay que sumar aún los propios de las elecciones generales que se celebrarán unos pocos meses después, allá para finales de año. Salvada la quiebra financiera, a Rajoy le toca desactivar aún la desintegración política del Estado: y para más calvario, durante el período de descanso vacacional. No es habitual que a un presidente se le presenten en menos de cuatro años dos desafíos históricos de este calibre: y menos aún que tales pruebas haya de enfrentarlas un Rajoy al que tantos achacan „justamente o no„ el vicio de la indolencia.

Si consiguiera resolver el jeroglífico de Cataluña y revalidar su gobierno en los comicios de este año, no quedaría sino deducir que la pereza es una virtud, como sugirió Paul Lafargue en cierto famoso ensayo. Otra hipótesis a considerar es la de que el primer ministro español esté acogido a la protección del Apóstol que lleva el nombre de su ciudad natal; aunque no conviene ir tan lejos en estas delicadas cuestiones de teología.

Entretenimiento no ha de faltarles, en todo caso, a los plumíferos de guardia y al público aburrido en la playa con este duelo entre dos personalidades tan disímiles. En una esquina del ring, Mas asume el lema de Mayo del 68 que invitaba a ser realista y, por tanto, demandar lo imposible. En la otra está su contrincante Rajoy: un calmoso y hasta cachazudo registrador de la propiedad que por su propia naturaleza es poco amigo de cualquier tipo de cambio o alteración del orden. El desenlace del combate parece incierto, aunque también pudiera ocurrir que todo quedase en nada.

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