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El dolor infinito

Saúl: «A veces entras en una espiral de coincidencias que afectan incluso a los libros que lees. Y que acaban leyéndote. La crisis de los 40 se cebó conmigo. Y quiso la casualidad que durante un viaje en tren especialmente cruel (dos horas antes me había despedido para siempre de Esther en la ciudad donde nos encontrábamos cada dos meses, a mitad de camino entre su casa y la mía) se produjera una avería. Todos los viajeros nos vimos obligados a cambiar a otro convoy, una transferencia humana especialmente desagradable porque había empezado a llover con saña. Cuando subimos al nuevo vagón encontré, encajado en la rendija que separaba mi asiento de la ventana, un libro de poemas. Odio la poesía, pero el título me atrajo: "Veinte poemas de amor y una canción desesperada", de Pablo Neruda. Empecé a pasar páginas sintiendo un escalofrío al encontrarme cara a cara con algunas palabras que eran la perfecta descripción para mi estado de desánimo general: mi ruinoso matrimonio, mi destruida relación con una amante demasiado joven y mi creciente desapego de un trabajo que me odiaba. "Viejas hélices del crepúsculo"... Era una magnífica ocasión de arrebatarle significado al verso y añadirlo a mi situación: sombras arrojadas contra mí por un ventilador desbocado. "A nadie te pareces desde que yo te amo". Yo podría mejorarlo: a todos me parezco desde que no me amas. La "hoguera del estupor" era una imagen perfecta de mis imperfecciones. Así me sentía yo, ardiendo entre perplejidades y desvaríos varios, navegando a la deriva cerca de "la costa del espanto". Estas tres palabras me pusieron un nudo en la garganta: "Sólo guardas tinieblas". Sí, pero no se referían a ella, a la mujer en fuga, sino a mí mismo, oscuridad y cenizas. "Soy el desesperado", no se puede expresar mejor. "La palabra sin ecos", proseguía el verso golpeando en el clavo ardiendo en que se había convertido mi soledad sobre raíles. "El dolor infinito". Eso era todo. Cerré el libro y miré el paisaje que se deshacía tras la ventana del tren tras lágrimas de lluvia».

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