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Monologuismo y comedia

Viendo la televisión certificamos que nos va más el monólogo que el diálogo, por mucho que los políticos se abracen a esta última palabra y la invoquen como un fetiche que todo lo puede. Mientras tirios y troyanos se arrojan a la cabeza el diálogo o la falta de él en los informativos, entre una ola de calor y la siguiente, la mayoría de debates en la pequeña pantalla no son sino una suma de monólogos. Da igual que se hable de política, fútbol o las cosas de los Pantoja. Aquí el que más chilla tiene razón o al menos lo parece, tal vez por ser el único al que se le entiende algo. Solo el genial Paco Umbral fue capaz de decir con voz grave y sincero enfado que él había acudido al plató a hablar de su libro. Como todo el mundo, aunque aún no lo sabíamos. Entonces éramos televisivamente más inocentes, Mercedes Milá se dedicaba a las entrevistas y Gran Hermano solo remitía a la creación distópica de Orwell, convenientemente alejada de los ágrafos.

No es extraño, pues, que El club de la comedia siga en activo 16 años después. Ahora es marca de La Sexta pero todo empezó en Canal +, cuando los monólogos eran una americanada extravagante, tan de ficción como Seinfeld, la serie en que Jerry Seinfeld podía vivir de ellos en Nueva York. Y resulta que no mentía: el cómico rechazó seguir grabando aunque le pagaran cinco millones de dólares por capítulo. Según Wikipedia (no he indagado más por no pasarme de friki) esta hazaña le metió en el libro Guiness de los récords como la persona que ha rechazado más dinero: una oferta de 90 millones de 1998.

Sin llegar a esas cotas de éxito y solvencia económica, el género ha dado aquí reputación y réditos a unos cuantos ilustres monologuistas, desde Eva Hache a Dani Rovira. Puedes acabar presentando los premios Goya e incluso ganando alguno, como el malagueño, que pasó del anonimato al estrellato en cuatro días con 8 apellidos vascos. Y, desde luego, antes o después acabarás en el escenario de El club de la comedia. Cuando me encuentro el programa, tras su paso por tantas etapas y cadenas, ya no sé si estoy ante una nueva temporada o la enésima repetición. También me pasa con los otros monólogos, políticos o periodísticos. Algunos especialistas me causan un tremendo déjà vu en cuanto se asoman a la tele. Ya los he visto demasiado hablando de su libro: Artur Mas convocando votaciones independentistas, Josep Pedrerol guiando al Real Madrid a la victoria, Alfonso Rojo esquivando a su propio apellido o Mariano Rajoy saliendo de la crisis, por poner ejemplos. Si a veces no fuera un drama, muchos merecen de fondo unas risas enlatadas. Por comediantes.

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