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Los cañones del río colorado valenciano

De Chulilla me enamoró en profundidad un vigoroso alcalde que tuvo, Vicente de Miguel Rodrigo, su gran promotor social, cultural y turístico. Un día se marchó a Madrid y logró permiso para que las aguas del balneario de Fuencaliente subieran al pueblo, contra corriente, y todas las casas pudieran tener agua mineral ferruginosa en sus grifos.

El balneario, de propiedad municipal, lo transformó y modernizó José María Lasso de la Vega, representante de los cantantes españoles más famosos de los años 80. Quería hacer allí una ciudad de jubilación y término para artistas. Murió con el proyecto a punto de conseguir. Hoy, desgraciadamente, el balneario está cerrado, a pesar de sus propiedades curativas y posibilidades recreativas. Uno de sus cocineros, magnífico profesional, lleva con gran éxito la cocina del albergue del río en Sot de Chera.

Los romanos fueron los descubridores de las propiedades de las aguas de Chulilla, ellos hicieron las primeras termas, sentaron las bases del balneario actual con sus aguas minerales sulfurosas nacidas de la Fuente Caliente, junto al rio Turia.

Los paisajes son de ensueño, de película La Punta, La Hoz, El Salto -que recuerda los Cañones del Río Colorado en los estados Unidos-, La Peña Mosel, las profundas gargantas del río cuando discurre por el desfiladero, presidido en lo alto por el castillo donde el arzobispo encarcelaba a los curas díscolos del territorio de su gobernación. Castillo y Villa, de naturaleza morisca, fueron donación de Jaime I al obispo de Valencia fray Andrés de Albalat, detentando la mitra de Valencia el señorío de la Villa y su Baronía.

En medio de tanta maravilla de la naturaleza, se alza la ermita de santa Bárbara, patrona de la población, a la que festejan en la primera quincena de agosto. De Miguel durante su mandato me hizo mantenedor de la Reina de las Fiestas en una grata e inolvidable noche y en las horas previas me condujo apóstol consumado de su pueblo y tradiciones por lo mejor de sus lugares que lo convierten en uno de los pueblos más turísticos de nuestro interior, con sus casas desplegadas, topografía urbana puramente árabe, en inmensa pantalla de cinemascope sobre la ladera del monte de su castillo, bajo cuyos cimientos hay restos romanos e ibéricos.

Una vigorosa e ingeniosa comisión de fiestas ha mantenido la llama viva de lo lúdico y las tradiciones a lo largo de todo el año en honor a santa Bárbara, que tienen que proteger viñedos, olivos y frutales en general contra rayos, truenos y pedriscos, con el fin de que su prestigiosa cooperativa siga haciendo buen vino y aceite. Tienen en el programa de todo, además de lo típico, duatlón, fotomaratón -con lo pictórico que es el pueblo y su término- carrerea de autoslocos, campeonatos masculino y femenino de fútbol, cine de verano en la plaza de la Iglesia, reguiño Rock, etc€

Las fiestas de Chulilla son una oportunidad para el esparcimiento de los propios del lugar, pero de conocimiento de uno de los tesoros paisajísticos y recreativos más importantes de las tierras valencianas para los de fuera. Una doble e interesante oportunidad.

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