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La sonrisa del ayer

Esteban: «Lo admito. Soy un bicho raro en asuntos amorosos. La vida me ha hecho así. Quizá nadie pueda entender que hace años estuve casado con una mujer deseada por todos salvo por mí a la que utilizaba como prueba de algodón con mis amigos y empleados. Le decía que se insinuase (era muy dócil, me quería demasiado) y ella lo hacía. Si había el menor indicio de respuesta positiva al otro lado perdía al amigo y no renovaba al empleado. Hay quien vería en ello una prueba de que soy un canalla, pero yo lo considero una muestra de astucia para garantizar la lealtad. No puede haber amistad ni trabajo sin ella. Tal vez un psicoanalista encontraría motivos para esa fe en la desconfianza en mi catastrófica adolescencia. Sí, doctora, Inés me marcó a fuego: era cleptómana pero cobarde y me pedía robara cosas para ella como prueba de amor y fidelidad. Acabó cambiándome por un guardia de seguridad al que convenció para que me dejara ir después de meter un frasco de perfume carísimo en un bolsillo. Intenté curarme las heridas con Susana, perfecta salvo un pequeño detalle: siempre tenía sueño. Se dormía en el cine, en los conciertos, en las cenas, en el coche. Se dormía en todas partes y a todas horas y un día en la playa la dejé durmiendo porque decidí que no podía ser feliz con una mujer cuya mejor amiga era la almohada. La olvidé con Laura, también un ideal de mujer hasta que se reía. La risa más estridente y desagradable surgía de aquella boca perfecta. En fin, para qué seguir. Soy de esa clase de hombres a los que persiguen las historias tortuosas. En cierto modo, me hacen sentir vivo. Como cuando fui a un local de mala fama y me encontré al otro lado de la barra a la chica de la que estuve enamorado en el colegio, tan modosa entonces y tan deshinibida treinta años después. No me reconoció. O fingió no hacerlo. Yo tampoco la reconocí al principio aunque su cara me sonaba mucho. Pero, de repente, sonrió al leer un mensaje en el móvil y aquella sonrisa se tragó el tiempo. Me fui de allí sin decirle nada y aún no sé por qué».

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