Sonia: «Paseo por el monte intentando borrar de la mente todos los problemas que me buscan y siempre me encuentran y descubro que, a veces, las moras más sabrosas están rodeadas de espinas y ortigas, como si la naturaleza trazara planes de protección especiales contra paseantes de rapiña como yo. Es algo que los amantes de lo fácil ignoran: lo mejor casi siempre pone obstáculos para alcanzarlo.
»Paseo por la ciudad y veo una publicidad dental: si tienes dudas, elige sonreír. No es mal consejo, aunque a veces las sonrisas no son más que cicatrices del alma. Paseo por el bosque y llego a un espectáculo inesperado de supervivencia y fatalidad. La avispa que me picó poco antes está atrapada en una telaraña. Su destino está escrito. Pero podría cambiarlo yo. ¿Debo romper la ley de la naturaleza salvaje para salvarla o permito que mi venganza por su picadura sea terrible? Mi decisión es secreta.
»Paseo por un centro comercial. Hay quien se baña en colonia barata para disimular que no se lava. El resultado es doblemente pestilente. En una de las tiendas suena una balada pegajosa de... Qué importa. Llega un momento de tu vida en que las canciones de amor lloriqueantes te repatean y las quejas de quienes sufren de seudoamor te aburren.
»Paseo por un pueblo donde ha quedado a medio construir un centro de artes escénicas. El lugar no tiene más de dos mil vecinos. Qué gran monumento al derroche y la estupidez de algunos políticos y a la permisividad de sus gobernados. Incluido yo.
»Paseo por el casco antiguo y entro en el servicio para hombres de un bar. El de mujeres está atascado. Me pregunto si los guarros son tan cerdos en sus casas. Luego me cruzo con un exnovio. Nos saludamos, sonreímos. Fingimos. Me mira a los ojos. Aprendí a no odiarte, dice. Yo a dejar de olvidarte, respondo, y nos separamos sonrientes. Paseo por mis pesadillas tras horas persiguiendo el sueño y en una de ellas me encuentro conmigo misma y me pregunto qué haces y me respondo que huyo de mí misma. Cicatrizando sonrisas tristes».
