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Julio Monreal

Fuego ante todas las miradas

El segundo fuego en el Saler en cuatro días y el hallazgo de un artilugio para producir o cultivar droga en la zona ahora quemada ponen en tela de juicio la vigilancia del área

Un incendio extinguido un jueves rebrota el lunes siguiente; una masa forestal sensible y superprotegida alberga un artilugio con bidones, mangueras y un agujero para cultivar o producir algún tipo de droga en una zona utilizada frecuentemente para contactos furtivos entre homosexuales. ¿Vigila alguien la Albufera y el monte de la Dehesa del Saler?

Durante años, las autoridades municipales y autonómicas han extendido la imagen de que este singular parque natural pegado a una capital disponía de los mayores y más avanzados sistemas de protección y era destinatario de una sensibilidad que se manifestaba en detalles como cortar el tráfico rodado en la zona y la época en las que anidaban los martinetes.

Cámaras detectoras de calor, un retén de bomberos en pleno parque para garantizar una atención urgente, casi instantánea, y un trabajo constante de limpieza y regeneración preservan el área, pero no han sido suficientes como para evitar uno, dos y hasta tres incendios al año.

El fuego latente en las raíces parece ser el responsable del segundo incendio, el del lunes, como indican los especialistas de los bomberos, pero al menos tendrán que admitir que alguien abandonó la vigilancia antes de tiempo o escatimó agua para controlar y apagar el fuego del jueves de la semana pasada. Una zona quemada, con tantos ojos encima, provocando un rebrote por el viento ¡cuatro días después!

Pero lo que resulta tan inquietante o más es que alguien haya estado cosechando o produciendo sustancias estupefacientes en un paraje próximo a las torres de apartamentos del desarrollismo de los años 70 y 80, sobre una zona en la que vigilan y trabajan decenas de funcionarios y empleados del Ayuntamiento de Valencia, la Generalitat y puede que la Diputación y nadie se haya percatado de la actividad. Cabe esperar que esa factoría de sustancias no esté en el origen del fuego, no vaya a ser que alguien haya estado persiguiendo el laboratorio subterráneo artesanal para robarlo o destruirlo por una guerra entre bandas y le haya arrimado una cerilla de venganza. O de destrucción de pruebas. El hecho, con todo, es que había muchos ojos pero nadie vio nada. Ni con las gafas más avanzadas del mercado. Y si eso ocurre en el centro de atención, qué puede estar pasando en el lejano monte.

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