Agosto languidece sin que las cadenas se decidan a estrenar ningún programa. Ni siquiera el Cámbiame premium de Telecinco ha debutado en la fecha anunciada y, como todo lo demás, llegará en septiembre. Así que Jorge Javier Vázquez ha tenido su merecidísimo descanso en el mes de vacaciones por excelencia, confirmando que no son buenas fechas para los emprendedores de la pequeña pantalla.
Las cadenas redescubren estos días el cine y sacan del cajón todo un arsenal de películas para que los televidentes sobrellevemos el aburrimiento, las repeticiones y el aluvión de series B en prime time. Si no fuera por esas películas y el fútbol, también podríamos darle vacaciones al mando a distancia. En estas semanas todo lo demás son anuncios de futuro que navegan entre el «próximamente» y «el muy pronto» para remitirnos a la vuelta al cole y la rutina, más agoreros que ilusionantes. La segunda fórmula publicitaria parece más inminente que la primera pero nunca se sabe con los programadores, tan dados a hacerse la puñeta entre ellos y hacérnosla a nosotros a poco que nos dejemos.
Antes el cine de verano era otra cosa que nada tenía que ver con la tele, sino con una excursión de bocata y aire libre a recintos ya en peligro de extinción, años después de que la piqueta del ladrillo burbujeante demoliera los de mi infancia. Tenían algo de Cinema Paradiso, pero con mosquitos, bar y helados en sesión doble: una peli que no te apetecía nada y la que sí querías ver, la buena, que siempre era la última por la ley de Murphy y la del marketing más elemental. No sé si ya mismo, próximamente o muy pronto los niños de la tablet no querrán ni acercarse a esos viejos cines si no ofrecen la maldita wifi.
