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Un programa de gin-tonics

¿Para cuándo un programa de gin-tonics? Si nadie lo ha creado aún en este país solo caben dos explicaciones: será porque la ley lo prohíbe o porque las televisiones son incapaces de darle al público lo que de verdad quiere. Y nadie podrá negar a estas alturas que el deseo mayoritario del pueblo soberano es una copa con ginebra y tónica. Esta mayoría absoluta no es una moda, es un tsunami que ha arrasado en la coctelería y ha venido para quedarse en las sobremesas de café y puro, echar la tarde en las terrazas y alargarse todas las largas noches de verano tan ricamente como en invierno. Permítanme erigirme en portavoz de los que estamos saturados de tanta gastronomía televisiva: hagan el favor de servirnos un digestivo.

La mismísima Esperanza Aguirre le contó a Jordi Évole que descubrió hace nada que también a ella le gusta el combinado de moda, como a casi todo el mundo. Si las condesas madrileñas aún no lo sabían está claro que necesitamos formación para ponernos a la altura de los británicos: allí hasta las reinas tienen clarísimo el asunto de la ginebra. En esta tierra en que los entendidos se desgañitan explicando a los profanos que la paella no es arroz con cosas, es hora de que algún experto oriente a los sedientos y al barman para aclarar de una vez por todas si la ensalada de gin-tonic cabe en la copa de balón.

¿Por qué no en la tele? Este electrodoméstico también puede ser formativo y en las barras detectamos que hay ansia de saber. Si la carta de gin-tonics es más gruesa que la de vinos y que las páginas amarillas, el cóctel merece su espacio televisivo propio. Viendo las fotos de Facebook y el entusiasmo popular yo diría que el éxito será abrumador.

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