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Nuestro crematorio

Si fuera una serie norteamericana es posible que no hiciera falta recomendarla desde esta columna porque ya tendría un reconocimiento mayoritario. Pero no es el caso de esta producción española estrenada en Canal +, lejos de los focos mayoritarios. La serie Crematorio es una de esas pequeñas joyas televisivas que merecerían un gran éxito si abundara el buen gusto. Basada en la novela homónima de Rafael Chirbes, Canal + vuelve a programarla desde esta semana como homenaje al escritor valenciano, fallecido hace apenas unos días. Esta serie española adulta favorita contiene ocho capítulos tan alabados por la crítica como desapercibidos para las audiencias. No se la pierdan. Les gustará incluso a los admiradores de tan magnífico libro.

En Crematorio arde La Hoguera de las vanidades de nuestra tierra y ese tiempo de pelotazo urbanístico que arrasó literalmente con casi todo. Tom Wolfe retrató el Nueva York yuppie y Chirbes escribe la mejor crónica sobre el boom del enriquecimiento especulativo urbanístico en la costa valenciana. Desde su lúcida atalaya de Beniarbeig, el autor radiografió lo que pasó en nuestras Marinas en el principio del siglo XXI con la ayuda de un soberbio Pepe Sancho en su gran papel televisivo y crepuscular. Al protagonista le acompañan magníficamente Alicia Borrachero, Juana Acosta, Pep Tosar y Pau Durá en el relato de una época que puede resultar tan significativo y valenciano como en su día fue la también televisiva Cañas y barro de Blasco Ibáñez.

Canal + produjo la serie y la estrenó en 2011, cuando la crisis ya había demostrado el acertado veredicto de la novela, publicada en la feliz cresta de la ola especulativa. Un año después la emitió La Sexta y recibió una discreta acogida. Cuando ya todo se hubo quemado, Rafael Chirbes publicó En la orilla, una obra que retrata la otra cara de la misma moneda y la crudeza de la burbuja explotada. Dos novelas imprescindibles para recordar cómo hemos llegado hasta aquí y reflexionar. Si la serie es buena, las novelas son de lectura casi obligatoria.

LINA MORGAN. En el adiós a la emblemática actriz madrileña se han recordado su grandeza y sus limitaciones, sus enormes éxitos y sus pequeños fracasos. Lina Morgan fue en sí misma un género, con un humor tierno y blanco que entusiasmó al público en los teatros, las salas de cine y la televisión. Muy probablemente fue mejor actriz de lo que jamás vimos en la pantalla, pero no pudo, no supo o nunca quiso dar un salto arriesgado más allá del papel que había creado y que la encasilló para siempre con el total beneplácito de los espectadores. Con aplausos y una sonrisa.

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