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Nubes y charcos

Albert Plá, tras certificar la muerte discográfica y la agonía de las salas, explica cómo se las arregla: en cada lugar se adecua a la audiencia, cuyo gusto detecta en seguida, y hasta puede predecir observando cómo está dispuesta: «sentados, sala pequeña, redonda, sala con columna en el medio€ y así vas construyendo el concierto». Ya no hablamos, por tanto, del gusto, sino de la degustación instantánea, y de la acomodación a ella del producto. Hablamos del público, que al final es el que tiene el poder: el dinero, el voto, el número para los índices de audiencia. ¿Se trata de una emancipación, después del mucho predicar que el gusto era teleguiado por la publicidad?

Seguramente no habrá para tanto, pero en tiempos en que el poder se evapora en los despachos de toda clase, la decisión migra a los cielos (los enigmáticos mercados) o a los suelos (la enigmática calle, el público).

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