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A mis niños de 30 no

Ni el hundimiento de la bolsa, ni la separación de One Direction. En esta semana vacacional toda mi atención mediática la ha acaparado el canal infantil Boing, permanentemente sintonizado contra mi voluntad, a través del jefe del mando en la playa que es mi sobrino. A su lado he explorado una realidad televisiva alternativa que dista mucho de la inocencia con la que a sus siete años yo vivía la única oferta televisiva existente por entonces. Lo más transgresor a finales de los 80, era un león llamado Willy que se enamoraba de una gata en un viaje de tres meses por el mundo acompañado de un ratón con acento andaluz, un gnomo forzudo de nombre David o un mosquetero con cuerpo de perro. Todos ellos distan mucho de los seres extraños que en estos días he descubierto.

Los personajes de ahora beben de una esponja cargada de psicodelia y sus cuerpos deformes hacen imposible reconocer ante que tipo de especie animada nos encontramos. El pequeño espectador me hace ver constantemente Hora de aventuras, serie que contiene todos los elementos típicos de los cuentos infantiles, pero bajo el prisma de un guionista que parece haber pasado mucho tiempo solo en su infancia y al que imagino en la actualidad enganchado al cannabis. En un contexto post-apocalíptico, el caballero es un niño con su verdugo siempre puesto y su fiel escudero un perro amarillo, cuarentón y atrapado en la adolescencia. Fascinante también resulta Historias Corrientes, protagonizada por animalejos inquietantes, emancipados con trabajos precarios y situaciones cotidianas que ni el mismo Tarantino soñaría. Más edulcorado resulta Gumball que viene a ser un Sensación de Vivir en el que Jason Priestley y Luke Perry son sustituidos por un gato y un pez...

Los expertos recomiendan ver la tele junto a un adulto y así lo hice con mi sobrino aunque mientras veía semejante tormento de fantasía, pensé que tal vez yo también necesitaba a mi lado alguien que me explicara el porqué de tanto surrealismo animado. Si el entrañable Miliki levantara la cabeza me imagino que diría, esto no es para mis niños de 30...

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