Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El porqué de las nubes

Marcos: «A veces me siento como un personaje de Lewis Carroll en el país de las maravillas cuando hablo con mi hija pequeña. Ayer la encontré sentada en el suelo del trastero abriendo y cerrando cajas como si le fuera la vida en ello, ya sabes, con ese entusiasmo infantil que para mí quisiera cuando voy a trabajar. Qué buscas, le pregunté con curiosidad típicamente paternal, y por ello insustancial. No lo sé, respondió tras dedicarme una mirada un poco irritada. Si no sabes lo que buscas no sabrás si lo encuentras, argumenté en un brusco alarde de sensatez adulta. Ya, pero ¿cómo voy a saber lo que busco si antes no lo encuentro?, respondió con su tono de voz paciente y al tiempo un poco condescendiente que ha heredado de su madre y ésta de la suya.

Pero hay más. Hace una semana la vi tirada en el suelo de la terraza sobre su alfombra de Lara Croft (a los ocho años busca ídolos de acción, nada de melindres). Movía el dedo índice en el aire. ¿Qué haces?, pregunté con curiosidad típicamente paternal. Dibujo nubes, respondió sin inmutarse. Dicen los que creen en la reencarnación que los niños hasta cierta edad pueden recordar de forma inconsciente quiénes fueron en una vida anterior. Si fuera cierto, mi hija habría sido una científica, una exploradora o una artista. No lo digo por decir: de niño yo quería ser una de esas tres cosas. Investigar para salvar vidas, explorar para conocer paisajes nunca vistos por otros seres humanos, o crear arte para el disfrute ajeno. Lo cierto es que mi trabajo no ayuda a nadie, mis paisajes son rutinarios y son pisados por miles de anónimos como yo, y mi única contribución al arte son los garabatos indescifrables que dibujo cuando hablo por teléfono con mis clientes. Y miro a mi hija y me pregunto si le espera el mismo destino que a mí, si algún día mirará hacia atrás y verá que sus búsquedas se extinguieron en el trastero de los sueños arrinconados, si sus nubes se desvanecerán empujadas por la brisa imperceptible pero despiadada de la realidad».

Compartir el artículo

stats