Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Defensa de las regiones

El conseller independentista («Junts pel sí») y de Justicia de la Generalitat Catalana, Germà Gordó, ha tenido la gentileza de «ofrecer la nacionalidad catalana» a los territorios de la Antigua Corona de Aragón, incluida la Comunitat Valenciana. Al día siguiente, lo negó. Muy típico de los políticos. Por su parte, Vicent Marzà, conseller de Educación de la Generalitar Valenciana, declaró a la subvencionada emisora catalana Radio Terra, con ocasión de la Diada catalana de 2014 que «sin desobediencias tampoco hay independencia, y está claro que habrá que hacerla, tanto si quieren como no». Después, afirmaba, «iremos nosotros». Entonces no era conseller valenciano, pero supongo que no habrá cambiado de cerebro, es decir, de pensamiento, de idéntico pensamiento, de un año a otro.

Yo prefiero el regionalismo en el que nací. He vuelto a releer algunas obras de literatura valenciana satírica. Desde siempre estoy convencido de que el regionalismo es un sentimiento que no perjudica a nadie, ni a terceros ni a cuartos. Véase Francia y sus felices regiones.

La gente nace en un lugar concreto, a la fuerza. Con el transcurso del tiempo le toma afecto e incluso amor a sus costumbres, tradiciones, su folclore, su cocina, su idioma o dialecto „sea el que sea„ o a sus fiestas. En conjunto, una mota de polvo en la inmensidad del Universo.

Lo fastidioso es cuando el regionalismo lo transforman en nacionalismo sectario, y sus ideólogos difunden que más allá de la tierra -o pueblo- donde nacieron, sólo hay enemigos. Es un credo religioso (homines id quod volunt credunt) y por lo tanto irracional y excluyente.

¡Con lo bonito, inofensivo, sentimental y enriquecedor que es mantenerse en el regionalismo, donde habitan todas la culturas y culturitas autóctonas, sean de un sitio más o menos extenso o de una pedanía de apenas 216 habitantes, pero también con sus específicas señas de identidad, y sin casi odiar (o sin casi) a los vecinos de los pueblos limítrofes, y reivindicar pacíficamente la diferencia entre el arroz al horno de su localidad, superior al de la villa de al lado! Algo así como Villar del Campo y Villar del Río en ¡Bienvenido Mr. Marshall!

Pues no hay manera. Hasta el ser más insustancial aspira ahora a formar parte de una nueva nación y se anuncia un amplio surtido de naciones, a la venta en los grandes almacenes, mientras los mileuristas permanecen y ciertos políticos, ideólogos y financieros les confeccionan (corte y confección) una nación, para distraerlos.

Quien desee vacunarse contra el nacionalismo debe leer literatura regionalista satírica.No hay odios en ella. Sólo amor por la tierra en la que cada habitante vio la primera luz, y en la que probablemente dejará de verla para siempre.

Vamos con un ejemplo práctico „hay miles„ de regionalismo candoroso e inocuo. Un fandanguet en Paiporta, cuadro dominical de costums de l´horta de Valensia, obra teatral escrita por Don Chusep Bernat y Baldoví, estrenada en el teatro Principal de Valencia en 1858.

Su salutífero regionalismo y el amor a su tierra es bien conocido; y también su capacidad para la sátira, la gran medicina contra cualquier fanatismo. Transcribimos algunas estrofas del Fandanguet en Paiporta: «Busqué el novio en Masa.nasa /Por hallar un buen olfato, / Mas con suerte tan escasa /Que mi Visiente está chato».

O: «Pasando la vida entera / entre cáfres y hotentotes / les llengües les entén totes / sobretot?la de ternera».

Si bien se piensa, levi momento aestimare aliquid, que significa, en traducción libre, que hay muchas cosas en la vida que no tienen la menor importancia. Algunos se empeñan en que s».

Señor Gordó, muchas gracias por su ocurrencia. Pero creo que ha removido lo que estaba enterrado. Se ha equivocado de número.

Compartir el artículo

stats