Tenía varias opciones hoy. Podría hablar de Glades, la serie ya cancelada que laSexta estrena esta semana en otro alarde de visión seriéfila. Podría hablar de cómo el nuevo canal de Atresmedia, Mega, aún no ha llegado a todos los hogares valencianos. Pero no. En lugar de eso he decidido hablar de un tema que me tiene obsesionado desde hace años: los fantasmas. Pero no creáis que ahora voy a pasar a hablar de los políticos o de El Ala Oeste de la Casa Blanca. No. Hablo de los fantasmas «de verdad», esos que se supone que son espíritus de gente muerta. Resulta que Mega, que algunos aún tenemos que ver en el ordenador, ha decidido emitir la nueva temporada de Buscadores de fantasmas „mala traducción del inglés «Ghost adventures»„, una serie-reality que viene, como no podía ser de otra manera, de Estados Unidos y que trata de tres investigadores que recorren el mundo en busca de algunos de los sitios más encantados del globo. O eso dicen.
Mira, voy a ser sincero. En los capítulos no pasa nada. Sí, muchos gritos, muchas palabras susurradas „que casualmente suelen ser monosílabos„, muchas «anomalías lumínicas», como las llaman, y muchos golpes en la oscuridad. Pero ya. Ya está. Sin embargo, es extrañamente adictivo. Supongo que parte de la culpa la tiene ese eterno interrogante que nos hacemos toda nuestra vida, ese qué hay después que a algunos quita el sueño.
Además, seamos sinceros. ¿Quién no ha caído en las garras de este tipo de realities? Los hay de todos los tipos: tiendas de empeños, cazadores de caimanes, policías en la América profunda, cazatesoros, compradores compulsivos de trasteros (lo juro, no me lo invento)... y ahora investigadores paranormales. Bueno, no está mal para perder unos 40 minutos al día. Al fin y al cabo, no deja de ser una manera de evadirse. Y para eso debe servir la televisión, a veces envuelta en un halo de solemnidad y seriedad que sobre todo en verano se hace pesado e insoportable.
