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Malditos volantazos

Patricia: «Hace años era muy raro encontrar a una mujer al volante que se comportara como una energúmena con la lengua amartillada y muchas dosis de chulería e insolencia en sus acciones y reacciones. Ahora empieza a romperse la desigualdad con los hombres. No es difícil encontrarse con una jovenzuela o una señora de mediana edad que no respetan el paso de cebra o aceleran para cruzar el semáforo en ámbar o tocan la bocina para meter prisa a los que no arrancan medio segundo después de pasar al verde o se pegan al culo de los otros en la autopista si no les dejan paso ya, pero ya, o se ponen como furias de lengua sucia al menor contratiempo.

Por no hablar de mujeres como las que esta mañana casi me llevó por delante cuando yo caminaba por la acera tan tranquila y pensando en mis cosas. La señora que me casi arrolló iba hablando por el teléfono móvil como si tal cosa y al llegar a la curva se le fue el coche y frenó a dos pasos de mí, o quizá menos. Cuando la miré, perpleja y asustada, vi que la mujer, lejos de mostrarse arrepentida o avergonzada por su penoso comportamiento, se encogía de hombros y ponía cara de circunstancias, como diciendo: qué le vamos a hacer, son cosas que pasan. Vamos, que no me echó la culpa a mí de milagro por caminar por la acera.

Actitudes así sólo las veía con cara de hombre. Ya se sabe que en el género masculino, no sé si por genética o por educación (hay padres brutos que no esconden sus hábitos simiescos cuando tienen a sus hijos delante), hay cierta tendencia a esos comportamientos, pero se ve que ahora los géneros han degenerado a la par cuando les pones un volante en las manos, y que algunas mujeres, lejos de huir de actitudes y comportamientos masculinos lamentables, prefieren igualarse a los varones en lo peor, con lo que el nivel de civismo sobre el asfalto se ha reducido hasta límites peligrosísimos, convirtiendo al conductor prudente que respeta los derechos ajenos en una especie de bicho raro, sea cual sea su sexo».

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