Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Cuervo

Balconismo taurino

Apenas hay jóvenes españoles que se maten por lanzarse, de noche y borrachos, desde el balcón del hotel a la piscina. Eso les pasa a los ingleses y a los irlandeses, nos tranquilizamos, para intranquilizarnos a continuación al ver que, en lo que va de verano, han muerto en España 12 personas en fiestas taurinas populares. Si el balconing es un morir inglés, el irse al toro es un matarse muy español y ni siquiera hace falta ser joven o ir demasiado colocado para conseguirlo.

Si los jóvenes anglos siguen viniendo a España a mamarse maratonianamente y a lanzarse a la piscina desde la habitación del hotel durante los próximos cien años también podrán alegar que el balconismo es una hermosa tradición que las islas británicas celebran en España y que hay que respetar.

Por la sorpresa (inmerecida) que han despertado estos 12 muertos (lamentables) nos hemos enterado de que las reses de lidia están bien en la dehesa (dicen los antitaurinos) o en la arena de la plaza de toros (según los taurinos) pero que la calle y la plaza del pueblo son malos lugares para que anden sueltos y desorientados. La explicación materialista de este aumento de muertos festivos es que -mantenido el negocio de la crianza de la res brava pero reducido el número de plazas abiertas donde es legal matarlas- los ganaderos venden torazos a festejos populares que antes compraban vaquillas. O sea que en el balconing español de irse al toro, atraerlo y burlarlo con medio pedo encima, entre una muchedumbre, desarmado y sin experiencia, se ha pasado de lanzarse a la piscina desde el balcón del segundo piso a hacerlo desde el sexto.

Cuando el balconing sea una respetable tradición centenaria en las piscinas de los hoteles, ¿los jóvenes anglos pedirán más seguridad para su práctica? ¿La sociedad culturalmente mestiza tendrá toros en la piscina sobre los que lanzarse desde un balcón?

Compartir el artículo

stats