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Deber de humanidad

Puede que Italia y Grecia funcionen peor que Gran Bretaña o Suecia, pero su esfuerzo, su tolerancia y humanidad, han evitado un éxodo aún más sangriento y doloroso, más apocalíptico y negro, del que ya se da a las mismas puertas de la UE, la comunitaria, la que se enfrenta, le guste o no, a la crisis de los refugiados. Ahora mismo, Líbano y Turquía „que no pretenden ser modelo de casi nada„ acogen más refugiados que toda Europa y nuestro continente recibe, en proporción, menos asilados de los que soportó Francia tras el exilio de los republicanos españoles o la Alemania de postguerra tras el hundimiento nazi.

Todo se ha revuelto en el discurso populista: el malestar por la crisis, el repliegue del estado nacional y el miedo al distinto; la islamofobia, el mercado laboral de los irregulares (que se sostiene con empleadores ventajistas) y la emergencia de los fugitivos. Estos últimos son los que requieren una atención más urgente y amplia, porque el tiempo corre y a cada minuto que pasa se hunde otra barcaza podrida, atestada de huidos del horror y la violencia. La claridad con que Angela Merkel ha defendido el derecho de asilo y las manifestaciones masivas en Alemania a favor de los refugiados son dos datos muy esperanzadores.

Pero ¿qué culpa tenemos nosotros de conflictos tan lejanos? Pues resulta que si tenemos alguna responsabilidad. Más del 90 % de los fugitivos proceden de países como Libia, Irak y Afganistán y casi la mitad son de Siria. Loa países citados coinciden con los lugares en los que nuestros gobiernos (sostenidos con nuestros votos) emprendieron iniciativas bélicas descabezas, cínicas, hasta el punto de convertir añejas dictaduras en algo mucho peor: estados fallidos. Uno de ellos „Libia„ nos tiene a tiro de misil barato. Y aunque fueran asuntos por completo ajenos, que no lo son, antes que la prosperidad o el equilibrio presupuestario, antes que la religión o la ideología, está el deber de humanidad, lo que nos hace personas: enterrar a los muertos, alimentar al hambriento, acoger al fugitivo. Con un Donald Trump, basta y sobra.

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