Ya estamos en septiembre. «En septiembre, el que tenga simiente que siembre. Septiembre, o se lleva los puentes o seca las fuentes». Un par de refranes, el primero hace referencia a que llega la ansiada época de lluvias después del largo verano y parece conveniente sembrar para que el grano las aproveche y germine. El segundo, más realista, insiste en algo que hemos apuntado muchas veces, es decir, llega el primer mes en el que son esperables lluvias de consideración más generales que las tormentas estivales, pero igual que pueden no llegar a producirse y secar las fuentes, agotadas ya tras la aridez estival, prolongada sequía en algunos casos, pueden caer en trombas excesivas que se lleven por delante todo lo que encuentren a su paso. Sin que sirva de precedente, todos los modelos apuntan a un aumento de la inestabilidad coincidiendo con el inicio del mes, que se puede prologar al menos quince días en la fachada mediterránea peninsular. En algunos lugares la situación es desesperada y no conviene jugar con los sentimientos y las expectativas de la gente. Los medios de comunicación han transmitido a la sociedad urbana el miedo a las lluvias torrenciales del otoño, agrupadas bajo el concepto genérico no siempre acertado de gotas frías, pero lo cierto es que yo temo más que esas lluvias no lleguen, porque en algunas lugares del litoral mediterráneo suponen más del 70 % de la precipitación total. La configuración de anticiclones y borrascas se está posicionando para dejar sobre el Mediterráneo occidental una vaguada de evolución retrograda con vientos del este del largo recorrido a todos los niveles, y eso siempre suele suponer lluvia pero, como siempre, en algunos lugares será excesiva, por culpa de la mala ordenación del territorio, y en otros será escasa y no paliará la sequía. En los primeros días de septiembre de 1989 tuvieron lugar lluvias intensas en localidades de interior alicantinas como Alcoi y Villena, que afectaron además a las fiestas de moros y cristianos de esta última localidad. En definitiva que llueva, sin pasarse demasiado y sin molestar, pero sin quedarse corto, por pedir que no quede.