Aquí estoy en una playa casi desierta de zombies estacionales que ya han vuelto a sus primeras residencias con la depresión postvacacional que conlleva el drama de la vuelta al cole, tan recurrente en las conversaciones de ascensor en estos días. El mundo vuelve a girar mientras intenta superar el trance, ese síndrome que si no sabes que lo tienes ya se encarga cualquier informativo o magacín de recordártelo, si estás mal no hace falta que vayas al psicólogo que la tele ya te cuenta como salir del bache con una batería de expertos en la materia. En mi caso la abstinencia de chiringuito se presenta más dura que la televisiva. De hecho estoy contento porque acabo de ser consciente de que el verano del 15 ha logrado sin darme cuenta que supere una patología que sufro desde siempre, la adicción a la televisión. La programación paupérrima de los últimos meses ha provocado que mi consumo personal de programas haya caído a mínimos históricos. La cadenas se lo han ganado a pulso a base de latas en conserva, refritos, pasaportes que afortunadamente han finalizado o insuperables más que mejorables entre otros desatinos catódicos.
Pero consciente que el adicto a la pequeña pantalla lo es de por vida, ya cuento con una recaída segura, es cuestión de tiempo porque septiembre es como un Año Nuevo versión televisiva en el que las cadenas lanzan toda su artillería pesada en forma de propósitos y despropósitos con los que conseguir engancharme otra vez. Lo tienen difícil porque pocas novedades se avecinan en el prime time, las fórmulas afianzadas de siempre son las protagonistas, véase sucesivas temporadas de ficción española, El Hormiguero, Gran Hermano y mucho Sálvame político... Me temo que a corto plazo no habrá lugar para el asombro. De hecho en dar sorpresas consiste el primer estreno sonado de la temporada, Cámbiame Premium y eso ya lo he visto en los 90...Seguramente será la llegada en octubre de Netflix a España, el bálsamo previo pago que consiga calmar mi recaída antes de irme a la cama en la temporada de sequía creativa que se avecina...
