Acecha la tormenta perfecta. Un lord inglés, profesor de Economía, apellidado Skidelsky, vaticina que corremos el riesgo de que en veinte años desaparezca la mitad del empleo actual. La automatización le come terreno al trabajo humano. Esa predicción nos hace suponer que este fin de año podremos asistir a la última subasta pública de empleo. Los partidos tradicionales solían ofertar alegremente en precampaña millones de nuevos puestos de trabajo. Esa engañosa tómbola de falsas promesas para captar votos de ingenuos parados desesperados puede llegar a su fin. Ya no podrán timarnos políticos engolados con el verbo fácil recitando mentiras compulsivas.

Víctor ha acabado un módulo de auxiliar de Farmacia y va a seguir, si logra financiación paterna, otro de Nutrición y Dietética. El chaval negocia en Blablacar un viaje a Burgos para visitar a su novia y ahorrarse unos pocos euros del autobús. El esporádico conductor le llevará a 180 kilómetros a la hora con un vehículo que no ha pasado la última ITV. En Burgos localizará, a través de una original web, un sofá para pasar la noche. Seis euros, del coste total del alojamiento, volarán directamente a Palo Alto o a un lugar próximo, donde un tipo avispado se ha vuelto rico de narices. Con estos nuevos hábitos, no es de extrañar que muchos taxistas, dueños de hostales o conductores de autobús se queden de patitas en la calle, que muchos profesionales se vean irremediablemente abocados a chapar sus negocios.

Una tal agencia Moody´s presagia que el paro en nuestro país bajará algo pero de forma muy limitada. Ese oráculo económico pronostica que los españolitos estamos condenados a convivir con una tasa de desempleo por encima del 20 %. Y, para rematar el negro panorama, a muchos de los que tienen la suerte de trabajar no les alcanza el salario para sobrevivir. Con ese horizonte deberíamos activar cuanto antes un plan B: fijar una renta mínima de ciudadanía; subir como sea el salario mínimo; o completar los exiguos salarios con un pequeño plus estatal a cuenta de los contribuyentes.

Renfe, por poner un ejemplo llamativo, quiere rejuvenecer su plantilla, cuya edad media ronda los 55 años. La oferta laboral para las nuevas contrataciones incluye algunas retribuciones de 8.000 miserables euros brutos anuales o 10.500 para el personal de talleres. Por su parte, Víctor, con su novia, a la que conoció por internet, recibe una llamada en el MacDonald´s: «Hijo, he sido víctima de un ERE inmisericorde». Su padre le anuncia que no le podrá costear la matrícula el próximo curso. «Dile a Sara que en Navidad venga ella a verte». El móvil ha quedado embadurnado de kétchup. Víctor, como cantaba Serrat, cumplirá los cuarenta dentro de veinte años. ¡Qué Dios le coja confesado!