El lunes vuelven los que faltaban y hasta Mariano Rajoy se asomará a la tele de buena mañana para celebrar que Ana Rosa regresa de sus vacaciones. La líder matutina ha compartido un día en Moncloa, más allá del plasma, con el jefe del Gobierno. Lleva días anunciándolo Joaquín Prat en el plató de Telecinco y ante las risas de los contertulios insiste en que «todos tenemos un lado íntimo y personal», incluso el presidente. Aunque la naturalidad no sea su fuerte habrá que otorgarle el beneficio de la duda: ¿Mejorará los vídeos de la época Floriano que han quedado para la posteridad de la politología?
Hablando de políticos y politología, ya se anuncia que A. R. Quintana también ha compartido jornadas con Pablo Iglesias, Albert Rivera y Pedro Sánchez. Curiosamente, nada dicen todavía de darle cancha a Alberto Garzón. Señal de que el final del bipartidismo augura un cuatripartidismo, como prevé el CIS y la tele reflejará. Ya saben que en cuanto los políticos huelen la cercanía de las urnas se humanizan y se multiplican en pantalla las veces que haga falta.
Menos mal que también regresa el mejor espejo televisivo de la política para poner las cosas en su sitio. La ausencia de El intermedio se ha hecho sospechosamente larga en verano pero llega a tiempo para la larga precampaña que nos espera hasta las elecciones generales y los inminentes comicios catalanes. El programa aporta una visión valleinclanesca de la actualidad que a menudo es la más fiel a la realidad.
Mientras tanto en Valencia el binomio política y televisión sigue sin salir del callejón del Gato. Ximo Puig se enreda en el esperpento, heredero de Luces de bohemia, para que en RTVV todo siga en la más negra sombra.
