Detestas septiembre y lo sabes. Si el trabajo dignifica al hombre, no digamos las vacaciones, época gloriosa y añorada por el común de los mortales. El noveno mes del año debería reinventarse, una suerte de treinta días puente o transitorios que nos permitieran adaptarnos a esa realidad inhumana. El retorno a la vida laboral y escolar requiere preparación mental y emocional, de ahí la necesidad de adaptarse supervisados por expertos. Vendría bien un tratamiento de choque capaz de asimilar esta mutación existencial que supone transitar de la inacción y la vagancia al frenético ritmo laboral.

En Suiza han lanzado el siguiente experimento: un grupo de trabajadores realizará una jornada de seis horas diarias, otro de ocho. Las conclusiones ya las conocemos de antemano en España, país en donde si eres suertudo pencas 10 ó 12 horas al día. Si trabajas menos horas rindes mejor, aumenta tu bienestar e inviertes mayor energía en las tareas, y lo dice la ciencia (también K. Marx, pero éste amedrenta). Por ahora la teoría pinta bien. Ciertas leyes cósmicas, parece, impiden practicarla. Mi psiquiatra defiende que adolecemos del síndrome de la silla caliente. Apenas nos percatamos, pero los poderosos mantienen un paradigma obsoleto: trabajar para vivir como síntoma de salud. Su realidad invertida asocia productividad con «presentismo».

El trabajador refulgente sacrifica vida y salud en pro de su empleo. Una inversión de valores trágica: lo humano es tomar birras con tus amigotes y disfrutar de la familia o la soltería. Obcecarse en el trabajo oculta patologías morales. Es hora de que España racionalice sus horarios. Septiembre, el mes idóneo. La meta de la felicidad: vivir sin bregar. Agosto sería menos mítico y cada lunes luciríamos sonrisa. Pero insisto: los jefes no se enteran, viven (es un decir) resentidos y esclavos de sus cargos (herencia del franquismo sociológico). Y el amargado siempre amarga. Así que mientras sólo cabe un prurito esperanzador. Algún día sonreiremos recién estrenado septiembre. Ahora mejor desearse una feliz vuelta al ruedo. ¡Ánimo!