Huele bastante a descomposición en la Comunitat Valenciana. El impacto de que Podemos „liderado por Antonio Montiel„ haya pinchado el globo que preparaban Compromís y PSPV para reiniciar las emisiones de RTVV el 9 d´Octubre profundiza en las brechas abiertas en el grupo de gobierno. Desde las deliberaciones para formar el Consell que preside Ximo Puig. Peor no se pudo hacer. Las improvisaciones se percibieron en los nombramientos de los consellers de Economía, Rafael Climent, y de Educación y Cultura, Vicent Marzà. Una cosa es ser benemérito alcalde de Muro d´Alcoi o eficiente profesor en la Plana de Castelló y otra bien distinta salir airoso en el proceloso océano de la economía y de la cultura o la enseñanza. Dos departamentos con la máxima visibilidad que requieren dominar el terreno para triunfar en las enrevesadas circunstancias actuales.

De ellos dependen el futuro de los valencianos y la credibilidad ante un sector significativo de la sociedad que ha confiado en el actual Govern para generar expectativas. La incapacidad de reacción para alejar a los cargos de designación política del PP. La revalidación de puestos clave como la dirección del Palacio de Congresos y de Turismo Valencia Convention Bureau, coincidentes en José Salinas, salpicado por el caso Nóos. ¿Será Aurelio Martínez el presidente que conviene al Puerto de Valencia o a Vicente Boluda, presidente de AVE? ¿Puede que haya disidencias entre Vicent Soler, Hacienda, y Rafael Climent?

Las coordenadas conflictivas que condicionan la política han llevado al presidente Puig a sentirse contra las cuerdas cuando se difundió en agosto su entrevista en Menorca „territorio neutral„ con su homónimo catalán, Artur Mas, al tiempo que el conseller de Justicia de la Generalitat de Catalunya, Germà Gordó, removía la cuestión innombrable de los «paíssos catalans» en un llamamiento „nada casual y bastante inconveniente„ a la incumbencia de los valencianos en el desafío que se derivará de las elecciones del 27S en Cataluña.

Los valencianos carecemos de proyecto de país para resituar a la Comunitat Valenciana en la órbita de los territorios corazón con posibilidad de sobrevivir y de influir en el concierto internacional. Con más desempleo y sin un modelo económico eficiente. La vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra, para regatear en la baraúnda anticatalanista, que ya carece de recorrido, manifestó que para entender la posición estratégica de la Comunitat Valenciana sólo hay que saber geografía. Siendo importantes los conocimientos geográficos, nunca se deben separar de la formación solvente en historia, si se quiere enfocar el gobierno de los valencianos con acierto.

Cabe esperar que los empresarios, además de organizar saraos en las barracas que responden a la estética de los anteriores gobernantes, no caigan en los excesos que cometen sus colegas catalanes, al inmiscuirse en el bullicio previo a los próximos comicios que van acondicionar la política española por la torpeza de Mariano Rajoy. Junto al gesto adusto, aunque cauto, de Miquel Valls, presidente de las Cámaras de Comercio catalanas y de la de Barcelona, los escritos de José Luis Bonet, presidente de Freixenet y de la Cámara de Comercio de España con sede en Madrid, en las páginas de El País, y de Joaquim Gay de Montellà, presidente de la rancia patronal catalana, Foment del Treball, en La Vanguardia, constituyen piezas elocuentes de un manual de lo que nunca han de hacer los empresarios ante una confrontación política. Por dos razones. Bonet teóricamente representa a todas las empresas a través de las 85 Cámaras de Comercio españolas. No consta que les haya requerido su opinión al respecto y sí es evidente que bastantes cámaras y muchos empresarios no comparten sus criterios cuando titula su artículo con la pretensión de «Garantizar el bien social». La segunda razón afecta a Gay de Montellà, cuando pretende autoproclamarse como garante de la «credibilidad» Sabe que no representa a todas las empresas ni a todos los empresarios catalanes. Así se lo recuerdan las patronales Pimec y Cecot, portavoces de las empresas medianas y pequeñas del territorio catalán y que impedirán que se suplante su personalidad.

En la Comunitat Valenciana seguimos sin Plan País y sin estrategia económica. Vivimos en la zozobra cultural de quien basa los planteamientos de política territorial en la geografía sin reparar en la historia. ¿Qué vamos a hacer con la sociología o con el conflicto lingüístico? ¿Cuánto tiempo llevamos llorando por la financiación injusta, por los agravios en el déficit de inversiones estatales,por las diferencias territoriales, por el ninguneo constante o por la inexistencia del ferroviario Corredor Mediterráneo que nos debería conectar con el resto de Europa? ¿Quién teme al relanzamiento y a la consolidación de la Comunitat Valenciana? ¿Quién impide su emancipación y su reposicionamiento en el concierto mundial? ¿Será una cuestión de historia?