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Julio Monreal

Transparencia de caracol

Gracias a la política de transparencia del Ayuntamiento de Valencia los ciudadanos saben hoy que al alcalde Ribó un ciudadano anónimo le ha regalado una botella de vino «Mala vida» de 2013 y José Francisco Niño Santiago, dos bolsas de te. No es poca cosa esta de la transparencia, uno de los pilares de los nuevos gobiernos de izquierdas y nacionalistas valencianos. El propio primer edil de la capital acrecentó sus posibilidades electorales gracias a la difusión de un extenso paquete de facturas del anterior gobierno local, encabezado por la conservadora Rita Barberá, que recabó en noviembre y esparció en primavera, en vísperas de los comicios, proyectando una imagen de la entonces alcaldesa como la de una política caprichosa que apenas comía otra cosa que ostras.

El alcalde Ribó es perro viejo y ha hecho mili en muchas garitas. Será difícil que la oposición le sorprenda en un renuncio, aunque sea de imagen. Sus compañeros de la Generalitat, en cambio, están más expuestos, según la jerga de los bancos suizos. Siendo la transparencia uno de los sillares del gobierno autonómico, su ejercicio ha comenzado con bastante lentitud. Lo mismo le ocurrió con la igualdad, que tuvo un arranque de titubeos. Iba para conselleria pero nadie quería que le contara como tal, como Hacienda o Medio Ambiente, lo que dice bastante de la fe de todos en esa línea política. Pues en transparencia, el conseller Alcaraz y su equipo querían (y aún quieren) que el casi centenar de altos cargos de la Administración autonómica enseñe hasta la cartilla de vacunas infantiles. Y algunos (bastantes) ven excesivo el número de datos a airear. Así que el conseller y los suyos han tomado la delantera, para provocar, y han proclamado sus bienes e intereses. ¿Todos? No. Hay seis altos cargos en la conselleria y sólo se han retratado tres. No es que sea un buen comienzo para el equipo encargado de trasladar a los ciudadanos la pureza de su política.

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