Con el inicio del nuevo curso político, una vez ya concluidos el período celebrativo previo y las siempre cortas vacaciones, el nuevo Ejecutivo se enfrenta a un importante reto: el paso del ejercicio de la palabra de oposición que critica y propone alternativas, al acto de gobierno que busca concretar las mejores intenciones en hechos. Pero esa transición no es algo sencillo, y en algunos casos la dificultad de la empresa se asemejaría a una tarea de titanes, de ahí el título de la pequeña serie de artículos que hoy se inicia. En ella revisaremos los principales retos a los que se enfrenta el Gobierno de la Generalitat y los nuevos consistorios en los temas siempre cruciales de la actuación política: paro, sanidad, educación, medioambiente, modelo de movilidad, comunicación „RTVV„, dependencia, y un largo etcétera que puede superar largamente el número de los primeros titanes, que sumaban doce. Recordemos que los poderosos dioses de la mitología griega no vencían necesariamente con la fuerza, sino con la inteligencia y la astucia, que en ocasiones es mucho más eficaz.

Bajando a la tierra, los grandes proyectos anunciados en los programas electorales de los partidos que ahora nos gobiernan se enfrentan a otro poderoso enemigo: la inercia, que hace que las cosas tiendan a seguir por el mismo camino consolidado durante décadas. Así, aunque una dinámica sea a la postre destructiva, si nos hemos acostumbrado a ella y nos aporta algún beneficio a corto plazo, es posible que nos resistamos a abandonarla. Esto lo vamos a ir viendo con el modelo de movilidad, con las recalificaciones de terrenos, con las tendencias privatizadoras, con la influencia de las grandes empresas y la banca en los asuntos públicos... Pero precisamente romper las inercias negativas con creatividad y buen hacer es lo que esperamos de las nuevas actuaciones políticas que se avecinan. Algún caso, como la recuperación del Cabanyal, se perfila como auténtico símbolo de la nueva política: reconvertir una dinámica de tabula rasa en un urbanismo amable, restaurador, que concilie el pasado con las necesidades actuales, que no son precisamente construir grandes edificios. Esta idea, la restauración, podría ser una de las claves de las nuevas tareas titánicas: se ha destruido tanto, que el verdadero reto es el ejercicio político y social de la restauración de casi todo. Toda restauración es un maridaje entre lo bueno que en el pasado había y se ha deteriorado, y la creatividad enfocada hacia un futuro deseable y realista, sin más sueños prometeicos. Para explicarlo con un ejemplo cercano: no se trata de reabrir Canal Nou lo antes posible y ya está, sino de iniciar un proyecto de televisión autonómica de calidad, como servicio público, desde la pluralidad y la independencia. No se trata de fuerza y precipitación, sino de astucia y buen hacer. Y todo prácticamente sin un duro, que se decía antes, que es mucho menos que sin un euro.