Ayer se consumó en Tordesillas el alanceamiento de un toro que llevan a cabo con regocijo y fruición los vecinos de la villa. Cada vez más detractores de esa bárbara costumbre acuden sin éxito a impedirlo e incluso el alcalde de la villa vallisoletana, un socialista, la defiende como expresión de tradición cultural.

El toro de la Vega es el símbolo de esa especial ferocidad española con los animales que tiene en el festejo taurino su principal expresión. Y ante esa postura ceden, hasta ahora, las de los defensores de la compasión con los seres vivos. Es verdad que el hombre es el único habitante del planeta que se nutre de proteína animal, aunque los mataderos utilizan técnicas no tan notorias para matar las reses.

Va creciendo la oposición a las corridas de toros y ya hay ciudades donde están prohibidas aunque mucha gente las consideran como la fiesta nacional. A lo largo de España hay fiestas que incluyen ensañarse con animales y parece que esto es un símbolo de masculinidad ibérica.

La educación va incluyendo un capítulo de respeto por la vida que se inculca a los niños para que se desprendan de las malas costumbres de sus antecesores. Parece que son las niñas las más susceptibles a esa educación. La educación también incluye prescindir de la pena de muerte aunque Estados Unidos, supuesto país adelantado, todavía la incluye entre su sistema represivo.

Son las contradicciones de la especie humana que, por otra parte, tiene una versión del patriotismo que incluye el atentar contra la vida. Y no hay que olvidar que en el himno de la Legión se canta «Soy el novio de la muerte».