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Saber y durar

Todavía no me he molestado en conocer a los 16 personajes que han entrado en el longevo GH, anónimos dispuestos a ser rajados durante los próximos tres meses a cambio de raciones desiguales de fama efímera y unos cuantos bolos. El pan que comen hoy seguramente se convertirá en hambre próxima, es la ley seca de la televisión que cuenta con pocas excepciones.

En el otro extremo hay dos televisivos que rompen esa regla de la gloria caduca que se vive ante las cámaras, Ana Blanco y Jordi Hurtado, ambos son los más duraderos en sus respectivos formatos. A la primera le debemos mucho más que un peinado perenne sin precedentes porque acaba de cumplir un cuarto de siglo al frente del TD. Ana es un recuerdo de mi infancia que continúa en el presente curtida en el rigor y profesionalidad, a pesar de la dificultad que supone presentar en tiempos revueltos donde la mano que gobierna está demasiado presente en el texto a interpretar en el prompter.

Saber y Ganar ya es mayor de edad pero no más que su inmortal conductor que con poquito presupuesto saca adelante un programa que acompaña a casi medio millón y medio de espectadores antes de pegar una cabezadita. Admiro ese ánimo que nunca termina, siete tardes semanales en las que lo da todo junto a los empollones que tiene enfrente vestidos con camisetas que producen daños irreparables para la vista, porque intuyo que lo de vestir de kukuxumusu se ha convertido en requisito indispensable para participar. Frivolidades a parte el presentador infinito también sufre, hace poco en la ventana de la Ser confesó que cuando Zapatero eliminó la publicidad de la pública el programa vio peligrar su vida. Pero la salvación llegó en forma de premio Ondas, un reconocimiento al trabajo bien hecho que junto al respeto sagrado de la audiencia supusieron los avales necesarios para la perdurabilidad.

No puedo evitar pensar en aquello de «La fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar con sudor» y habitantes de la casa me refiero al esfuerzo, no a la transpiración en compañía bajo el edredón...

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