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Fiesta y crueldad

El asunto dará mucho de sí, pero centrémonos ahora en los penúltimos episodios: los muertos de los bous al carrer y el Toro de la Vega, una tauromaquia consistente en agobiar a una pobre res brava mediante una turbamulta de jinetes que le aguijonean con sus azagayas hasta la muerte. Un poco bestia, sólo ligeramente menos que tirar a una cabra desde el campanario, como hacían en Manganeses de la Polvorosa. Más allá de tener un seguro y una ambulancia con el camino expedito (con lo que nos gusta obstruir las calles) y fiar a la responsabilidad de las peñas el control de los participantes muy borrachos o menores, la vicepresidenta Mònica Oltra debería perder todo cuidado por los bous.

Debería perderlo porque participar en estas cosas es del todo voluntario y sarna con gusto, no pica; porque forma parte del atractivo de los bous (de la Fórmula 1 y de las motos GP, entre otras muchas cosas) el roce con el hocico frío de la Desdentada, es nuestra naturaleza y el toro Ratón, criado en Sueca, se cotizaba más que ningún otro por su prestigio letal. Las corridas de toros son crueles, sin duda, pero ni la centésima parte que el viejo estado mayor prusiano (felizmente desaparecido) y muchísimo menos que las fiestas de novatos en West Point. Deberíamos aprender de la revista Arte Joven (principios del XX) donde los antitaurinos convivían en franca concordia/confrontación con los taurinos, como su director artístico, Pablo Picasso.

Solo faltaban los nacionalistas para acabarla de liar. Sospecho que su repugnancia por la fiesta, por española, es muy superior a su fina percepción de la crueldad. Y me baso en que mantienen los festejos con vaquillas bravas, fiesta más encanallada que las corridas y que no tienen ni el encaje, ni la incomparable liturgia de los toros, toros, que no son españoles, a no ser que sean españolas Portugal, Colombia y la Provenza. Aunque sí es hispánica, nombre, por cierto, de la marca carolingia que fue embrión de los condados catalanes y de todo lo que vino después. O sea que temple, respeto (a personas y bichos) y que Dios reparta suerte.

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