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Vamos al grano

Hay que dejarse de pamplinas y florituras. La comparecencia en Las Arenas del alcalde de Valencia, Joan Ribó, se caracterizó por la concreción y la claridad sobre lo que se está haciendo y lo que se proyecta en una ciudad renovada. Con serios problemas con su endeudamiento y su financiación. Están ocurriendo cosas notables en economía y en política. Es urgente la búsqueda del modelo económico que se perdió y fijar las reglas del juego.

El conseller de Economía, Rafael Climent, con su equipo, partidarios del régimen económico del bien común, trabajan con énfasis en las fórmulas micro. El microcomercio, la microviña, la microproducción, la microagricultura, la microindustria, el microservicio y todo basado en la competitividad de lo auténtico, de lo concreto, de lo ecológico, de lo útil, de las comarcas y de lo próximo. Francisco Álvarez, defenestrado en la Bolsa de Valencia y ahora secretario autonómico, se esfuerza en diseñar la economía del bien común, desde su experiencia ética en las finanzas.

El proceso productivo tiene su peculiaridad y su ciclo. Para que la economía funcione es preciso que se paguen las facturas y garantizar así la supervivencia de las empresas y los empleos. Esto ocurre en la sanidad y en la educación que absorben más del 80 % del presupuesto de la Generalitat Valenciana. Hay que descender a lo concreto y saber de dónde va a salir el dinero para que funcione el engranaje público. Los representantes de las entidades económico-empresariales han de dedicarse primordialmente a que los proveedores cobren. Miles de empresas y de empleos se han perdido, con inhibición, por el incumplimiento público de sus responsables. Muchos del PP.

En el conflicto soberanista, los empresarios se empeñan en manifestar sus opiniones personales en torno a una cuestión en clave política. Una de estas diatribas, se incluía en el artículo (La Vanguardia, 7 de septiembre) publicado al alimón entre dos catalanes destacados en Madrid: Juan Rosell, presidente de la patronal CEOE, y el presidente de la Cámara de España, José Luís Bonet, titulares de entidades enfrentadas por la vigente ley de Cámaras. El contrapunto lo ha puesto el potente y trasversal Cercle d´Economia, con su presidente Antón Costas, que ha moderado su declaración inicial sobre el 27S para evitar cismas. Si gana la facción secesionista, el plebiscito sería inevitable para seguir por ese camino. De momento «se trata de votar y expresar pacíficamente en las urnas, con respeto y libertad, lo que quiere la gente de Catalunya», en palabras de Xavier Antich. El 27S no se vota la independencia, sino el Parlament, el Govern y, de refilón, la viabilidad teórica del proceso soberanista. Y a grandes males, generosos remedios.

Vayamos al grano en la ciudad de Valencia y en la Generalitat. Para encauzar el modelo económico reactivador habría que resolver cuestiones específicas y urgentes. Cuando parece que se armoniza el consenso entre Generalitat, Ayuntamiento de Valencia y el empeño del presidente de Feria Valencia, José Vicente González, sobre un sistema híbrido, público-privado, para salvar la institución ferial, chirría la discrepancia del presidente de AVE, Vicente Boluda, que dice ser partidario de que las entidades sean públicas o privadas, cuando sabe que si la Feria ha de ser una sola cosa, tendrá que ser pública. Público fue su nacimiento impulsado con lealtad por los comerciantes de Unión Gremial en 1917, público fue su crecimiento y públicas han sido las causas de su decadencia.

Habría que esclarecer cómo se van a regir los 13 institutos tecnológicos, las autoridades portuarias de Valencia, Castelló y Alicante, qué va a ser de las Cámaras de Comercio „tuteladas por la Generalitat„, la Sociedad de Garantía Recíproca, el Instituto Valenciano de Finanzas, lo que pasará con la Bolsa de Valencia que comandó Paco Álvarez, la Agencia Valenciana de Turismo, la nueva agencia de innovación, cómo se va a promocionar la industria o el comercio exterior, qué va a pasar con la Oficina de la Comunitat Valenciana en Bruselas, con el engendro público-privado que ha dejado el PP en la sanidad pública, las tenebrosas concesiones de las ITV, los concesionarios municipales o qué se va a hacer para reanimar la morta viva de la agricultura autóctona, con infinitos matices y sensibilidades.

Sería interesante discernir en qué país viven quienes todavía no asumen que el cambio ha venido para quedarse. Tendríamos que añadir al rango de lo concreto las relaciones interempresariales, la redistribución comarcal del territorio, la elevación de la cultura „estática y pasiva„ a la acción vital, la educación para pertrechar a las nuevas generaciones, el sistema de salud que acabe con engendros privados que funcionan con dinero público para beneficiar a clanes familiares con conexiones políticas y tantas cuestiones concretas que, una vez conocidas, se han de afrontar para conseguir que la sociedad sea más libre y justa.

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