Todos los habitantes de la Tierra influyen sobre ella. Y, sin duda alguna, el ser humano es, con abismal diferencia, el que más lo hace. Existen diversos factores como la sobrepesca, la agricultura intensiva, la contaminación excesiva, la presión del turismo, el sobrepastoreo o la urbanización incontrolada de los que, nos guste o no, somos absolutos culpables. Según un estudio realizado para la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), algunos de los mayores paraísos naturales del planeta se encuentran en serio peligro de extinción debido a la actividad del hombre. El mar de Aral (situado entre Kazajistán y Uzbekistán), por ejemplo, ha perdido más del 90% de su superficie y de su biodiversidad original. Los bosques de acacias que tapizaban algunas zonas de Senegal, Mauritania y Malí están siendo testigos de la huida de las aves que los habitaban, ya que pocos árboles crecen. Y, los que lo hacen, resisten a una desecación que, de continuar de tal forma, extinguiría una de las zonas más emblemáticas del continente africano. En Australia, algunos lugares como el Parque Nacional Coorong pierden día tras día más terreno en sus preciados bosques, humedales y lagos. Uno de los mayores tesoros botánicos de África, los fynbos sudafricanos (unos matorrales de gran colorido) se encuentran en peligro por el exceso de expansión urbanística. Las impresionantes poblaciones de algas gigantes de Alaska también son víctimas de la sobrepesca y su población se está diezmando de forma irrefrenable. Los carismáticos arrecifes del Mar Caribe „refugios incondicionales de una inimaginable biodiversidad marina„ corren peligro por el exceso de turismo. E, igual que estamos influyendo de forma tan drástica sobre la Tierra, deberíamos tomar medidas a tiempo para frenar nuestra influencia sobre la misma. La única pregunta que debemos hacernos es si estamos dispuestos a modificar nuestra forma de vida para conservar el mundo que habitamos o si queremos continuar cerrando los ojos mientras algunos de los mayores refugios de vida natural del planeta se pierden para siempre.