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Los chicos de la prensa

Es inexplicable que las entidades y las instituciones tengan tan desatendida su necesidad de administrar y gestionar adecuadamente la comunicación. Para conseguir eficacia en la proyección informativa no basta la participación de un amiguete, del correligionario o del pariente del mandamás. Suelen practicar el culto al jefe, a sus mentores y a su guardia pretoriana. Para cultivar adhesiones no se necesita un profesional. Quien ha de prevalecer no es el presidente o el líder, sino la entidad o la institución. Los efectos deseables de la comunicación se consiguen de cualquier manera sino trabajando duro, con eficacia y sin improvisar. Cuando acontece un contratiempo, relacionado con medios informativos o con periodistas, la culpa la tienen los líderes y los portavoces que suelen ignorar cómo gestionar su comunicación. La nueva Generalitat y las administraciones del cambio, deberían aplicarse para dar ejemplo de modernidad, progresía y eficacia. Una idónea comunicación es imprescindible para llegar a los prescriptores, a la oposición, a los afines y a la sociedad que, a menudo, se considera conformada por merluzos. Craso error.

El ejercicio 2012 fue considerado el año negro del periodismo. Cierre de medios, despidos masivos, trabajo precario, cuestionamiento deontológico, inestabilidad en las redacciones, miedo a perder el empleo, remuneración paupérrima, dificultad para ejercer con dignidad, proliferación de intrusos, intromisión política o presiones de los poderes fácticos, son algunos de los males que aquejan a la profesión periodística. No son los únicos factores que contribuyen a la decadencia de un oficio que puede ser ejercido sin necesidad de acreditación académica ni profesional. No les van a la zaga las vicisitudes existenciales que han ocasionado el deterioro del mundo de la comunicación, para el que casi todos valen y cualquiera, con desparpajo y un zafio sentido ético, puede ejercer sin miramiento.

La caída de Radiotelevisión Valenciana permitió tomar conciencia de lo importante que podía ser un medio de comunicación„aunque sea deficiente„ cuando sucumbe. Era uno de los ejes de vertebración territorial de la CV que casi nadie seguía. Los diarios que aún existen padecen los avatares del papel, de la publicidad y la inherente crisis de funcionamiento que tiene repercusión en las empresas editoras„partidarias de subsistir a cualquier precio„a la hora de redefinir su estrategia.

La red influyente de medios de comunicación ha resultado dañada en su razón de ser y tiene remota recuperación. La prensa además de cubrir un servicio a la sociedad es útil, por ejemplo para medir el radicalismo, el nacionalismo, el soberanismo y el populismo de las fuerzas emergentes, que tanto preocupan, entre otros, al presidente del BBVA, Francisco González. Desde la caída de la dictadura franquista en 1975 no se afrontaba una situación tan denigrante de los medios de comunicación y de la profesión periodística. Hemos visto grandes rotativos, que marcaban las pautas del acontecer informativo del país, caer en la degradación de contenidos que les arrastra inexorablemente a la extinción. Se observa el proceso de desmantelamiento de los medios de comunicación públicos. En parte inmersos en su propia cirugía adelgazante en base a argumentos tan falaces como la austeridad y la tecnocracia neoliberal, ahora en fase caduca.

En la Comunitat Valenciana lo vemos en pleno proceso de cambio político, económico y social: los nuevos gobernantes carecen de proyecto de comunicación para el país e incluso en sus parcelas de poder. No basta con hacer las cosas bien. Además hay que transmitirlas y divulgarlas eficazmente dentro de una estrategia de conjunto. La prioridad es que la gente coma, que los jóvenes confíen en su futuro, que la gente trabaje y que la sociedad cambie sus tics, empeñada en que prevalezcan cuatro tópicos y bastantes rigideces.

Se propaga de nuevo la pretensión de que los «chicos de la prensa» son los responsables de la ineficacia de nuestros dirigentes políticos y empresariales. Por ahí se va al fracaso y a la ignorancia de la realidad. Ya se sabe: la prensa «canallesca», los periodistas «descerebrados», la exacerbación de lo políticamente correcto o la alineación con el estamento dominante en la esfera económica o política: liquidar al mensajero. Casi nada se arregla sólo tomando café con los periodistas ni con la pretensión de engatusarlos. La conexión entre poder „económico o político„y medios de comunicación es clave, como lo es que los líderes conozcan la idiosincrasia de los medios informativos y de los periodistas. No se trata de comer y beber con ellos. La información solvente y rigurosa, forma y modula la opinión de los ciudadanos, de cara a un futuro que, con no ser prometedor, acabará siendo lo que queramos, con y sin periodistas. Basta empeñarse.

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