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Cascabelero

Urkullu ha soltado ya que el Gobierno «tiene un problema en Euskadi» deslizando que «somos una nación en la UE basada en su historia y en su autogobierno». Al llegar el mensaje, seguro que Rajoy respiró aliviado convecido de que, si al final lo dejaran solo, tendría incluso posibilidades de revalidar. El problema con el que tropieza sin embargo Mas es que anda acompañadísimo de plebe que lo tiene catado porque es como para no tenerlo. En un ensayo propio allá por 2002, el hoy president en funciones aseguró que «la independencia es un concepto anticuado y oxidado. Apuesto por una España plurinacional. Un Estado organizado sobre cuatro naciones: Galicia, Euskadi, Cataluña y Castilla». Siendo moderado aún, a Andalucía la mandaba con los moriscos y sobre Canaria es posible que ni llegase a reparar.

Tras el recurso al Constitucional del Estatut por parte del pepé, el núcleo iniciático del independentismo convocó consultas populares a las que Mas se oponía en 2009, convencido de que los catalanes no querrían desvincularse de España. Tres años después, la primera gran mani de la Diada lo descolocó y, a partir de ahí, cogió la moto y arrancó el desafío. Visto el resultado cosechado hace unas horas coincidente con el eclipse cascabelero, cuya vistosidad radica en que tiene lugar en el momento en el que la órbita elíptica de nuestro satélite alcanza el perigeo en su baile alrededor de la Tierra, Artur pretende llevar hasta lo más lejos el proceso y desde luego ha quedado en las mejores condiciones de conseguirlo... en Escocia, si se lo permiten.

Mientras tanto, el inquilino monclovita compareció, no muy temprano y de manera fugaz como es costumbre, para entonar un «felicitémosnos» por lo ocurrido, trasladar a la Generalitat lo que tiene que hacer y decirle tan girocho al resto: pero, ¿es que acaso yo he roto un plato?

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