«¿Cómo está cambiando el tiempo eh?» «¡Madre mía cómo llovió el domingo!» o «una ya no sabe cómo vestirse para salir a la calle y no parecer que va disfrazada...» ¿Le suenan estas frases? He aquí algunas de las perlas básicas en toda conversación de ascensor.
Conversaciones absurdas para no parecer asocial con esos individuos que le pueden tocar por vecinos. Está claro que es un tema cómodo para hablar con alguien a quien no tiene usted nada que decir. Si no se aventura en conversaciones más profundas, todo irá bien. Pero aquí la que escribe no aprende, y para muestra, un botón. Lunes post elecciones a primera hora de la mañana. El ascensor no viene solo. Mi bolso, mis ojeras y yo entramos a ese cubículo de metro cuadrado donde alguien balbucea un perezoso buenos días. «Vecina, qué cara de sueño tienes...» «Es que anoche se me hizo tarde, seguí en directo los resultados catalanes contados por Vicente Vallés y Susanna Griso...» «¿Y no viste Gran Hermano? Los concursantes de este año son la pera» (solo que no dice pera, ya me entiende)... Mi respiración se acelera y de repente lo entiendo TODO. Entiendo por qué este chico con el que comparto ascensor va sin peinar un lunes a primera hora, por qué la sábana continúa marcada en su cara y por qué el índice de natalidad español baja de manera alarmante año tras año. Piensa que así triunfará, como sus ídolos de la tele. Ante sus preferencias televisivas, sentencio que cada vez hay menos varones aptos para el apareamiento, por lo menos en lo que a mi opinión respecta.
Elecciones en Cataluña, riesgo de crisis nacional, pero Gran Hermano y Telecinco son líder de audiencia con la décimo sexta edición de la misma porquería que aplana mentes año tras año. Con un par, señores. Sonrío y me digo a mi misma que dormiría más tranquila si me limitara a preguntar por el tiempo. Así es que le miro y decido volver a empezar. «¿Viste cómo llovió ayer? ¡Mare meua quina pedregà!»...
