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Hipocresía motorizada

El coche, que es parte capital de nuestras galas, ilustra muy bien eso que decía Leon Trosky: «Cada época encuentra el modo de ejercer su peculiar hipocresía». Por ejemplo, Volkswagen. Dos mil estudios han demostrado que una solución privada al transporte es insostenible. Pero seguimos fabricando coches, cuantos más mejor, y si bajan las ventas, los gobiernos nos regalan un cheque. Y el coche verde, eléctrico, o lo que sea, es otra opción del catálogo: nada más. Yo tengo un Golf de gasolina, que consume más de lo que dicen y tiene una mecánica y una estabilidad muy buenas, pero ciertas cabezonerías, emanación del alma que le infundieron. Voy en bici y metro todo lo que puedo.

Ahora VW está en la picota, aunque quien pagó por todos, un tal Winterkorn, dimitido, sea tan culpable o inocente como los ingenieros que instalaron el software-chuleta (para salvar el examen. De gases). Ni una tuerca bailaba sin permiso de los zares de VW. Supongo que no soy el único que se pregunta por qué, ahora, cuando Alemania está en la cima de su poder industrial y político, en la pleamar de su prestigio como potencia acogedora, le descubren la falta del software y el catalizador de baratillo, que parecían conocer todos. Y en el país con los mejores usos ambientales de Europa. Mejores que los de Estados Unidos, desde luego, que practica y difunde el fracking y las nucleares, pero que desde hace cuarenta años es incapaz de fabricar un coche decente. Y que ha convertido a Detroit, a la Motown de bielas y música negra, en una desastrosa ruina babilónica.

No entiendo como es tan pecaminoso subvencionar los tomates o el teatro y por qué se acude en socorro de los fabricantes de coches al primer resfriado: para ser mecánicos son un poco flojos. No traten de entender este negocio: se ha vuelto ininteligible. Vean, si no, al llamado jefe de protocolo de su taller que sale a recibirle en bata blanca, como si fuera a trasplantarle el hígado. Normal tanto cuidado teniendo en cuenta que van a manipular el coche, la prolongación de nuestro glande. Nos han pillado.

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