Tenía la vicepresidenta Mónica Oltra la fecha marcada en rojo en su agenda. Procedente de la abogacía, el activismo social de calle y la oposición política de les Corts, se presentaba en un foro en el que, además de los suyos y medio Consell, abundaban los empresarios y los altos directivos de las mercantiles valencianas más importantes.
De repente se desató la tormenta. La figura menuda y ajada que se sentaba junto a la líder de Compromís, el presentador elegido por ella para su conferencia, empezó a repartir mandobles a la selecta audiencia criticando desde el desayuno que se servía hasta la ropa (chaquetas, corbatas y elegantes conjuntos) que se suele llevar a un acto así.
Vicent Martí lleva en la cara y en las manos las huellas del trabajo en el campo; y en su camiseta el emblema de Per l´Horta, el colectivo que durante años ha peleado para que el cemento y el olvido no arruinaran el paisaje que da nombre a una comarca que es también una seña de identidad.
Pero el campo que ha mimado este agricultor le ha dado también sabiduría, conocimiento y capacidad de reflexión para articular un discurso contundente, como un puñetazo encima de la mesa, y al mismo tiempo carente de estridencia e impostura. Directo y a la mandíbula de la conciencia. Unos minutos de realidad cruda desde el lado que tiene poco que perder ante unas caras que se repartían por igual entre el desagrado y la satisfacción cómplice. Los poderosos nunca se acostumbran a que les canten las cuarenta en su propio terreno, y la vicepresidenta, cual caballo de Troya, había llevado un trozo de antisistema hasta la moqueta.
En la conferencia posterior, casi nada. «¿Que cuánto vamos a dedicar a pagar la deuda? Si se lo dijera, los bancos se asustarían», enfatizó Oltra en la misma línea discursiva que Martí, el auténtico orador de ayer en Las Arenas por decisión de la vicepresidenta.
