La televisión es un medio de comunicación muy poderoso, de ahí el interés de los gobiernos, grupos políticos y económicos de toda laya por intentar controlarla o, en su defecto, llenarla de contenidos intranscendentes que a la postre van a potenciar un perfil acrítico en los telespectadores. Quizás también por ello, la mayoría de los canales autonómicos han asumido en el pasado el mismo modelo clónico: transmitir la ideología del gobierno de turno y mimetizar los contenidos de entretenimiento de las demás cadenas, adaptándolos en todo caso a la idiosincrasia autóctona. Pero ése no debe ser el objetivo de una televisión pública de calidad. Debe, ante todo, generar contenidos que refuercen el conocimiento y la difusión de nuestra cultura en su sentido más amplio y diverso: la lengua, las tradiciones, nuestros paisajes, nuestra historia y literatura, nuestros artistas... Pues el mostrar y el conocer es el primer paso que nos lleva finalmente a valorar y respetar todo lo que nos configura como pueblo.

Somos una cultura de memoria e inercias, como toda cultura que se precie, y así, cuando se habló de «reabrir» Canal 9, en el imaginario colectivo se nos aparecieron Joan Monleón, María Abradelo, Tómbola y demás reliquias de nuestro querido pasado audiovisual. Pero claro, no se trata tanto de reabrir Canal 9 como de refundar RTVV. Buscando un equilibrio entre mostrar nuestras raíces y dialogar con lo global desde la autonomía, la calidad informativa y el deseo de potenciar una ciudadanía crítica y responsable. Ése podría ser el cometido de la nueva RTVV. Y, en ese sentido, encontramos en su historia un importante acervo de producción audiovisual propia que nos desbroza el camino a seguir, como los programas vinculados a nuestra cultura, al campo y al medio ambiente que son un referente imprescindible para los nuevos tiempos que ahora se inician.

Hay, sin embargo, dos nuevos retos que se suman a la ya de por sí titánica tarea de refundar RTVV: el primero, seleccionar al personal más adecuado para el nuevo proyecto, atendiendo a la conflictiva situación de los extrabajadores, buscando criterios defendibles basados en la antigüedad, capacitación técnica y oposiciones que en su día se realizaron; evitando en todo momento cualquier tipo de clientelismo. El segundo, lograr con muy pocos recursos económicos una televisión acorde con la rápida evolución del medio, que obliga a un profundo replanteamiento en el diseño de la nueva televisión autonómica. Para así, desde la competencia profesional y la innovación tecnológica, desarrollar un proyecto de televisión pública independiente, de calidad y con personalidad propia, que necesariamente ha de buscar el mayor conocimiento y promoción de la riqueza de nuestra cultura y de nuestra tierra, así como mirar al mundo, en abierto diálogo desde el lugar donde estamos y de donde somos.