Cinco minutos antes de empezar el descenso a los infiernos, Zapatero pronunció su frase más memorable quizá: «Estamos en la Champions Ligui de la economía mundial». Pobrete, la de veces que habrá intentado desconectar de aquello porque borrarlo es más difícil. Siete años después, España cuenta con más presencia que nunca en la máxima competición europea aunque, socialmente hablando, un porrón de familias continúe sin levantar cabeza a pesar de que Rajoy emule a su antecesor soltando cada dos por tres que esto es Jauja a ver si cuela. Si la sustancial mejora no la ven nada más que unos privilegiados, el persistente cachondeo de los derechos televisivos ha logrado que con los equipos que nos representan esta temporada ocurra tres cuartos de lo mismo. El día del debú del campeón, por Barcelona pudo distinguirse a gente angustiada corriendo a toda pastilla en lo que podía parecer provocado por el frenesí independentista, pero no lo era. Pese a jugar en Roma, Francisco no hizo milagros. Mediapro ha vendido los derechos a inventos de andar por casa para conseguir que la grande le ponga un piso, pero Telefónica „ella que puede„ va a su bola esperando que el caos actual le sirva el negocio en bandeja. Seguro que en cualquier aldea de África están viendo la competición en mejores condiciones. Junto al Guadalquivir, a la camiseta de Van der Vaart, los piezas del equipo que no la juega han hecho una que les sirve para salir entre semana y el nombre del holandés lo han rotulado De bar en bar. En uno de ellos, que estaban viendo las peripecias de Cristiano por Suecia, se quedó la imagen congelada y ayer por la mañana seguía tal cual por lo que ahí, al menos, el portugués no ha alcanzado la marca de Raúl. A este paso habrá quien insista a Del Bosque en que vuelva a la selección y, sobre Zapatero, ya veremos.
