En España se optó en líneas generales por un sistema electoral de representación proporcional. El procedimiento se emplea en las elecciones al Congreso de los Diputados, las europeas, las autonómicas y las municipales. Ahora bien, las fórmulas proporcionales que se aplican en distintos países, contrapuestas a las mayoritarias, no suponen una proporcionalidad directa, no son una regla de tres. Problemas de índole aritmética lo dificultan. Se utilizan así métodos de proporcionalidad corregidos, que, además de resolver los problemas aritméticos tienen una intencionalidad política.

Aquí se aplica el sistema d´Hondt, mal denominado ley. No voy a explicar al detalle en qué consiste. El belga Victor d´Hondt ideó su fórmula de modo que, respetando la regla de que quien más votos consigue es quien obtiene más cargos, a la vez prima a las formaciones más votadas en detrimento de las minoritarias. Se trata de evitar una excesiva fragmentación de los órganos representativos, reduciendo el número de formaciones y fortaleciendo a las mayoritarias. Pero el alejamiento de la proporcionalidad directa en España no se debe solo a que se emplee este sistema. También influye la exigencia de un porcentaje mínimo de votos para obtener representación y la elección de la provincia como circunscripción, primando con más escaños a las menos pobladas.

Resulta de todo ello que hay quien saca votos y no obtiene reparto de cargos, quien tiene un porcentaje de cargos superior al de su porcentaje de votos, así como sufragios que tienen más valor en unas circunscripciones que en otras. Todo ello ha dado como resultado que en las pasadas elecciones catalanas Junts pel Sí, con menos del 40 % de votos, haya obtenido casi el 46 % de escaños. Si a esto le sumamos los resultados de CUP, tenemos que con menos del 48 % de votos se obtiene más del 53 % de escaños. Es decir, menos de la mitad consigue más de la mitad. Ello, gracias entre otros factores al empujón del señor d´Hondt, cuyo sistema puede convertir minorías en mayorías. Es probable que Artur Mas y Oriol Junqueras, sumando a sus votos los de CUP, supusieran que podían obtener ambas mayorías. Sobre todo si convertían unas elecciones autonómicas en un plebiscito independentista, transformación que consiguieron con éxito. Pero parece que debieron errar sus previsiones, pues han empeorado su situación anterior, en la que sus dos fuerzas sumaban mayoría absoluta. De momento, la barrera del 3 % ha conseguido liquidar a UDC, un socio que resultaba incómodo. Aunque no parece que hayan crecido sus posibilidades de presionar en Madrid. Y, mientras tanto, los problemas de los catalanes sin resolver y con la duda de si habrá que ir a votar de nuevo.