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A oscuras

La relación de las eléctricas con el usuario parece un ensayo de laboratorio en el que el usuario es el ratón. Es como si intentaran averiguar hasta qué punto podemos aceptar lo anormal como normal o cuántas humillaciones somos capaces de resistir.

Si usted va al supermercado a comprar un litro de leche, compra un litro de leche y santas pascuas. No necesita saber álgebra para coger la botella de la estantería y pasar por caja. Tampoco para calcular el gasto mensual en desayunos. Cuando se le acaba la botella, vuelve al súper o manda al niño a los chinos de la esquina. Lo único que debe indicarle al crío es si la quiere entera, semi o desnatada. Así de sencillo. Ahora bien, si a usted se le ocurre adquirir un vatio (el frío acecha) y no quiere que su eléctrica le estafe o se lo cobre a precio de oro, usted debe entrar todos los días en una página web y consultar unos baremos de los que deducirá (si tiene estudios superiores) cuándo es mejor comprarlo, si al mediodía o de madrugada.

No es que haya vatios desnatados o enteros, sino que hay vatios que, proporcionando idéntica cantidad de prestaciones, cuestan esto o lo otro en función de variables que un usuario medio no comprende. O que se niega a comprender porque ya tenemos la vida diaria lo suficientemente complicada como para andar haciendo ecuaciones de tercer grado para ver si podemos leer un rato en la cama, antes de dormirnos, sin que la bombilla de bajo consumo, que nos costó un riñón, nos cueste el otro. Además, piensa uno que si han sustituido los contadores tontos por los inteligentes, es para que ellos te hagan el trabajo a ti y no al revés. La inteligencia de verdad, en lo que se refiere a servicios esenciales, consistiría en hacer sencillo lo complejo. En definitiva, que no haya sido preciso leer a Kant para decidir a qué hora haces la colada.

La relación de las eléctricas con el usuario parece un ensayo de laboratorio en el que el usuario es el ratón. Es como si intentaran averiguar hasta qué punto podemos aceptar lo anormal como normal o cuántas humillaciones seremos capaces de resistir antes de colgarnos del hilo de cobre cuyo enganche ya nos salió en su día por un ojo de la cara. Todo ello en complicidad con el Gobierno o los gobiernos, cuyos miembros, una vez retirados de la política, acabarán formando parte del consejo de Endesa o Iberdrola. La electricidad, que debería servir para alumbrarnos, nos tiene a oscuras.

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